Frontera con sabor. De la birria al brisket, la mega-ruta gastronómica que puede mover la aguja del PIB binacional
- Editorial
- hace 2 días
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La integración de circuitos gastronómicos entre Guadalajara, Tijuana y San Antonio no es un capricho foodie: es una estrategia de desarrollo cultural y económico con capacidad de escalar inversión, empleo y reputación de destino a ambos lados de la frontera. México cerró 2024 con 45.39 millones de turistas internacionales, 7.4% más que en 2023, consolidando una base de demanda ideal para productos turísticos especializados como los recorridos culinarios; el primer semestre de 2025 siguió al alza, con 8.02 millones de visitantes en junio, 11.5% más interanual según INEGI. Estas cifras confirman que el momento para articular rutas binacionales de “cocina e identidad” es ahora.
En el plano estatal, Jalisco reportó más de 33.2 millones de visitantes en 2024 y una derrama superior a 76,495 millones de pesos; Guadalajara, motor urbano del estado, mostró tracción suficiente como para anclar una “Ruta Occidente” que conecte mercados, cocinas tradicionales, innovación tapatía y experiencias de barrio. La oferta gastronómica es robusta: CANIRAC estima más de 25 mil restaurantes en Jalisco y, según tendencias de OpenTable, el consumo en el estado creció 20% interanual con aumento del ticket promedio, una señal de disposición a pagar por experiencias de calidad.
En Estados Unidos, San Antonio —Creative City of Gastronomy de la UNESCO— aporta masa crítica y marca global. Su industria de hospitalidad recibió 37.65 millones de visitantes en 2023 con un impacto económico de 21.5 mil millones de dólares y mantiene en 2024 un programa activo de embajadores culinarios y guías interactivas. La designación UNESCO permanece vigente pese a vaivenes políticos sobre la membresía estadounidense, y la ciudad la ha capitalizado para ligar patrimonio (Misiones) con cocina tejano-mexicana contemporánea. Este sello es la puerta de entrada para paquetes “cross-marketing” San Antonio–Guadalajara que combinen festivales, residencias de chefs y rutas de proveeduría.
Tijuana, por su parte, es el laboratorio de la cocina Baja Med —fusión con base en biodiversidad regional— y un nodo logístico privilegiado. El estado de Baja California contaba en 2024 con 16,156 establecimientos de preparación de alimentos; el Aeropuerto de Tijuana movió 12.55 millones de pasajeros ese año, con el CBX como acelerador de conectividad y tarifas, lo que reduce fricción para escapadas gastronómicas de fin de semana. La literatura académica reciente subraya cómo la cultura culinaria peninsular se vincula con el entorno natural, un ángulo narrativo perfecto para enoturismo, pesca sostenible y menús de kilómetro cero.

El cimiento tecnológico también está listo. En los puertos terrestres se despliegan herramientas como CBP One, filas inteligentes y biometría facial que permiten planear mejor los cruces, vital para circuitos que encadenen degustaciones, mercados y experiencias en un mismo día. Incorporar estas capas a un “Gastro-Pass” binacional —QR interoperable para reservas, traslados, museos y catas— puede elevar estancia media y gasto por visitante, a la vez que produce datos útiles para política pública y mercadotecnia.
¿Qué probó 2024? Primero, que el apetito existe: México escaló como sexto país más visitado del mundo con 45 millones de turistas; Jalisco rompió marcas locales y Guadalajara mejoró su posicionamiento gastronómico. Segundo, que la conectividad aérea y terrestre está empujando viajes cortos de alto valor, especialmente en la franja Tijuana–San Diego. Tercero, que el relato cultural importa: las designaciones UNESCO en San Antonio y Tucson —esta última también Ciudad de la Gastronomía— dan credibilidad y una red internacional para intercambio de chefs, estudiantes y productores. El reto para 2025 es transformar estos activos en productos integrados y medibles.
Propuesta de ruta: “Occidente con Sazón” conectaría mercados como San Juan de Dios y Santa Tere, birrierías, destilerías de tequila y cocina contemporánea tapatía con misiones, asaderos y sazón tejano-mex en San Antonio; “Pacífico Fronterizo” articularía Tijuana, Valle de Guadalupe y San Diego con experiencias Baja Med, mariscos sustentables y vinos. Económicamente, estos circuitos elevan el gasto per cápita al empaquetar experiencias premium; políticamente, alinean agendas de diplomacia cultural y promoción económica; tecnológicamente, requieren interoperabilidad de pagos, reservas y movilidad (QR, APIs, datos de ocupación en tiempo real).

Los desafíos de 2025 serán de gobernanza, capacidad y sostenibilidad. Habrá que armonizar regulaciones municipales (uso de suelo, aforos, terrazas, horarios), coordinar promoción entre secretarías de turismo, oficinas de convenciones y cámaras restauranteras, y blindar la experiencia ante la estacionalidad, la presión de vivienda turística y la saturación de cruces. La clave será gestionar flujos con inteligencia (datos de movilidad y reservas), profesionalizar a proveedores pequeños, asegurar trazabilidad de ingredientes y diseñar métricas comunes: estancia media, ticket combinado, empleo formal y huella ambiental. Si Guadalajara, Tijuana y San Antonio piensan como una sola región gastronómica —con política pública pro-datos, alianzas UNESCO y logística fronteriza eficiente— la frontera dejará de ser línea para convertirse en mesa compartida… y en una nueva ventaja competitiva para la economía binacional.
Escrito por: Editorial
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