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Startups o estancamiento. Así se juega el futuro de nuestras ciudades

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    Editorial
  • hace 14 minutos
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Startups o estancamiento Revista interAlcaldes

Las ciudades de México y Estados Unidos están entrando a una década en la que su competitividad dependerá menos de megaproyectos y más de su capacidad para incubar y escalar startups que resuelvan problemas urbanos: movilidad eléctrica, agua, vivienda, seguridad y servicios digitales. Los datos de 2024 confirman el viraje: la inversión en startups latinoamericanas creció 26% anual y México encabezó la recuperación regional con rondas destacadas en fintech, un termómetro claro de apetito por innovación aplicada al día a día urbano.

 

En Estados Unidos, el capital de riesgo se reorganizó y subió la vara tecnológica: la IA concentró 46.4% del valor total invertido en 2024; el cuarto trimestre, por sí solo, sumó 74.6 mil millones de dólares y estuvo dominado por acuerdos gigantes en IA. Al mismo tiempo, el financiamiento a climate tech cayó por tercer año y cerró 2024 en 12.9 mil millones, una señal de que la transición energética urbana no avanza al ritmo que exigen las metas climáticas si no se acompaña de demanda pública y regulación proinnovación. Además, el levantamiento de nuevos fondos en EE.UU. fue de 76.1 mil millones en 2024 (508 fondos), apenas por encima de niveles prepandemia: hay capital, pero más selectivo, y las ciudades que integren a sus startups en compras públicas y pilotes regulatorios atraerán una porción mayor.

 

La política industrial y de innovación también cambió el mapa. En 2024, Washington puso dinero donde pone el discurso: el programa Tech Hubs destinó 504 millones de dólares a 12 hubs regionales para llevar tecnologías críticas —de semiconductores a biofabricación— más allá de los polos tradicionales, y la NSF lanzó los Regional Innovation Engines: 10 consorcios con 15 millones iniciales y potencial de hasta 160 millones cada uno a diez años. Para las ciudades, esto significa recursos estables para infraestructura de pruebas, transferencia tecnológica y encadenamientos con pymes locales.

 

Del lado mexicano, 2024 marcó un punto de inflexión. Endeavor y Glisco registraron el repunte de capital hacia etapas más maduras, con México a la cabeza en la región; fintech concentró 37% del capital en el primer semestre, útil para bancarización y pagos municipales digitales. El impulso se complementa con la agenda binacional de semiconductores —asociación anunciada por EE.UU. y México en marzo de 2024— y la creación del centro nacional de diseño Kutsari, con programas acelerados de formación de talento. La lectura urbana es nítida: más cadenas de suministro de alta tecnología en Guadalajara, Tijuana o Ciudad Juárez implican startups locales resolviendo agua, energía, logística y vivienda para ecosistemas industriales que están creciendo por nearshoring.

 

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Pero la tracción no está garantizada. Un ejemplo: México avanza para insertarse en el ensamble, prueba y empaquetado de chips, con Guadalajara como epicentro, pero enfrenta una brecha de talento especializado que limita la velocidad de ejecución. Sin resolver ese cuello de botella —vía becas, bootcamps y estancias binacionales universidad-empresa—, las ciudades verán proyectos ancla sin el “capilar” de startups locales que solucionen dolores urbanos como gestión de picos de demanda eléctrica o monitoreo inteligente del agua.

 

Si algo dejó 2024 es una lección doble para los gobiernos locales. Primero, la demanda pública puede reactivar verticales estratégicas: proptech con IA captó un récord de 3.2 mil millones de dólares pese al enfriamiento general, porque ciudades y desarrolladores buscan eficiencia energética, reducción de fugas y permisos más ágiles. Segundo, cuando los ayuntamientos abren la puerta a pilotos —desde sensores de agua hasta analítica de tránsito—, se crea evidencia y se de-riesgan compras a startups, multiplicando el efecto del capital privado.

 

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De cara a 2025, mi posición es clara: México y Estados Unidos deben convertir a sus ciudades en plataformas de escalamiento. Eso implica cinco movimientos concretos. Uno, compras públicas pro-startup con contratos de “pago por desempeño” y catálogos de soluciones validadas; sin demanda, el capital seguirá sesgado a IA “horizontal” y no a soluciones urbanas. Dos, fondos coinvertidos ciudad-VC anclados en Tech Hubs/NSF en EE.UU. y en fondos estatales/banobras en México, con métricas de impacto urbano medibles. Tres, acreditación exprés de talento: bootcamps binacionales para semiconductores, data y ciberseguridad; la evidencia de 2024 muestra que el cuello de talento es ahora el factor crítico. Cuatro, regulación adaptativa: México debe actualizar su ley fintech para integrar identidad digital y open finance municipal; sin ese ajuste, la inclusión financiera urbana se estanca. Cinco, datos urbanos confiables: sin estándares de interoperabilidad y gobernanza ética, los alcaldes no podrán comprar ni evaluar IA urbana con transparencia, y el péndulo del capital seguirá alejándose de climate tech pese a las urgencias locales.

 

En resumen: 2024 trajo señales potentes —+26% de inversión regional, IA como motor de valor en EE.UU., y políticas industriales que “descentralizan” la innovación—, pero 2025 decidirá si las ciudades capitalizan esa ola o la ven pasar. La diferencia entre un polo urbano que atrae empleo bien pagado y uno que pierde competitividad estará en qué tan rápido conviertan su base emprendedora en proveedores esenciales de servicios públicos, vivienda accesible, movilidad limpia y resiliencia hídrica. No es retórica: es política económica municipal aplicada con métricas, contratos y talento.

 

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Escrito por: Editorial

 

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