Frontera con sello femenino. El poder económico de las empresarias que unen México y Estados Unidos
- Editorial

- 6 oct
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El nearshoring no solo movió fábricas: está visibilizando a una generación de empresarias que operan y escalan a ambos lados de la frontera. Con la logística cruzando su mejor momento —Laredo estrenó a finales de 2024 un nuevo puente ferroviario de CPKC que duplica la capacidad de carga en el Río Bravo— las mujeres están ocupando posiciones estratégicas en cadenas de valor, servicios y tecnología que conectan México y Estados Unidos. Este ensanchamiento de infraestructura no es un dato técnico; es una autopista de oportunidades para firmas dirigidas por mujeres.
El telón de fondo macro acompaña. En 2024, México superó los 400 mil millones de dólares en comercio bilateral con EE. UU. a una velocidad récord y en 2025 mantuvo un superávit histórico, confirmando que la región se integra como un único mercado productivo donde las empresarias binacionales encuentran escala, proveedores y clientes sin cambiar de huso horario.
Los indicadores empresariales muestran avances claros. En Estados Unidos, los negocios propiedad de mujeres alcanzaron una participación proyectada de 39.2% del total en 2024, un crecimiento que desde 2019 superó al de las firmas de hombres por 11.6%. La ola latina también empuja: las y los hispanos ya representan 14.5% de las y los dueños de negocios (2022), con aumentos de doble dígito interanual, abriendo espacio a más liderazgos femeninos en sectores tradiciones y de alto crecimiento.
Del lado mexicano, la fotografía es igualmente elocuente. La ENAFIN 2024 reporta que 29.5% de las empresas son propiedad de mujeres; en el tejido micro —donde nace gran parte del ecosistema proveedor fronterizo— las mujeres ya son mayoría del personal ocupado y dinamizan comercio y servicios que alimentan la exportación. Estas cifras dialogan con la realidad de las mipymes, que siguen siendo 99.8% del total de unidades económicas del país.

La historia, sin embargo, no es solo de volumen sino de sofisticación. En México, la evidencia del Banco Mundial muestra que cuando las empresarias “cruzan de sector” hacia industrias dominadas por hombres —manufactura avanzada, logística, TIC— elevan ventas y productividad frente a quienes permanecen en giros tradicionales; y cada vez más lo hacen con mentalidad exportadora. La encuesta GEM para México subraya que 7 de cada 10 emprendedoras planeaban digitalizar más su negocio en el corto plazo, aunque apenas 1 de cada 8 tenía clientela fuera del país: una brecha de internacionalización que precisamente las firmas binacionales están cerrando.
En capital emprendedor, 2024 dejó señales mixtas. Las startups con al menos una mujer fundadora en EE. UU. levantaron 38.8 mil millones de dólares (+27% interanual), pero su proporción del valor total de los deals bajó y el número de operaciones tocó mínimos de varios años. Que el dinero exista no significa que fluya de manera proporcional. Aun así, hay cambios estructurales: la participación de mujeres en roles de decisión en fondos de VC casi se triplicó en una década, alcanzando 17% en 2024, un paso clave porque quien firma cheques suele ampliar qué ideas —y qué fundadoras— reciben financiamiento.
Las palancas públicas y académicas están actuando a ambos lados. Programas como la Academy for Women Entrepreneurs (AWE) de EE. UU. —con nodos y aliados en México— y los esquemas consulares “Mexicana Emprende” en ciudades fronterizas han creado redes, mentoría y cumplimiento regulatorio binacional para graduar emprendedoras listas para exportar o abrir LLCs en Texas, Arizona o California. Estos instrumentos no son cosmética diplomática: reducen costos de aprendizaje y acortan la distancia al mercado mayor.
También hay una capa cultural poderosa en la frontera: cumbres y redes de “Mujeres Líderes Binacionales” articulan talento, capital social y vocerías en el ecosistema productivo del Paso–Juárez, el Valle Imperial–Mexicali o Laredo–Nuevo Laredo. En territorios donde la maquila explica buena parte de la economía local, estas redes operan como viveros de proveedoras sofisticadas y de directivas que convierten experiencia industrial en emprendimientos propios.

¿Qué viene en 2025? Tres retos definen la cancha. Primero, capital y garantías: persiste subacceso al crédito en México y la asimetría en VC, especialmente para equipos integrados solo por mujeres; cerrar esa brecha exige más inversionistas mujeres y vehículos sectoriales (healthtech, logística limpia, IA aplicada) con tesis binacional. Segundo, talento STEM y adopción tecnológica: la participación femenina en carreras STEM sigue rezagada —en varios entornos universitarios mexicanos apenas 14–20%—, pero la demanda de ingenieras para automatización, ciberseguridad y análisis de datos crecerá conforme escalen los corredores nearshore; la solución pasa por alianzas empresa–universidad y bootcamps alineados a certificaciones de frontera. Tercero, certidumbre y facilidades transfronterizas: con la revisión del T-MEC en el horizonte y un comercio que marca récords, la agenda de ventanillas únicas, cumplimiento sanitario y aduanero ágil será el diferencial para que una pyme liderada por mujeres facture en dólares sin fricciones.
Si algo nos enseñó 2024 es que la integración real no ocurre en discursos, sino en facturas pagadas a tiempo y en trenes que cruzan más rápido. Las empresarias binacionales ya hicieron su parte: con escala, datos y redes, están cambiando las reglas del juego. Falta que el capital y las políticas públicas se muevan a su velocidad.
Escrito por: Editorial




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