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Pantallas sin fronteras. El cine que puede coser la herida México–EE.UU. (si la política no lo rompe)

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    Editorial
  • hace 11 minutos
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Pantallas sin fronteras Revista interAlcaldes

El cine binacional ya no es una rareza: es una herramienta estratégica de integración económica, cultural y tecnológica entre México y Estados Unidos. En 2024, México y EE.UU. fueron—otra vez—la pareja más activa de coproducción para el país: al menos 21 películas se hicieron con talento y capital de ambos lados, impulsadas por ventajas logísticas, cadenas de valor compartidas y un ecosistema de producción cada vez más sofisticado en territorio mexicano.

 

Los datos de 2024 muestran una industria mexicana con músculo suficiente para sostener más intercambios binacionales. El Anuario de IMCINE reporta 240 largometrajes en procesos de producción (36 en rodaje, 47 en post y 157 terminados), con 41% respaldados por apoyos públicos; 59% fueron ficción y 39% documental. Se estrenaron 467 películas en cines (112 mexicanas) y el circuito de festivales y eventos creció 10% hasta 253. Además, 50 películas mexicanas se estrenaron en 43 países (15% más que en 2023). En plataformas se identificaron 32 servicios con oferta cinematográfica en México y 36% de los largos nacionales estrenados en salas también estuvieron disponibles en streaming. La formación tampoco es menor: 140 centros educativos impartieron 331 programas de cine y audiovisual. Todo ello describe una base productiva y de talento idónea para proyectos transfronterizos sostenidos.

 

Pero la integración requiere también corregir asimetrías de representación en la pantalla estadounidense. El Hollywood Diversity Report 2025 de UCLA, que evalúa los estrenos de 2024, consigna un retroceso en diversidad: 74.8% de los protagónicos teatrales fueron de actores blancos y apenas 1% de protagonistas fueron latinos; la participación BIPOC en el elenco principal también disminuyó frente a 2023. Esa brecha revela una oportunidad—y una responsabilidad—para que los proyectos binacionales lleven historias latinas/“fronterizas” al mainstream con escala industrial.

 

En el frente económico, 2024 dejó cifras contundentes: el PIB del cine nacional alcanzó 20,722 millones de pesos y más de 21,000 empleos, y en 2025 se anunció una inversión de 1,000 millones de dólares por parte de Netflix para producir en México, con efectos de arrastre sobre proveedores, locaciones y formación de talento. El boom convive con incertidumbres comerciales—como eventuales aranceles a producciones realizadas fuera de EE.UU.—que podrían encarecer o frenar rodajes transfronterizos si no se blindan con acuerdos y diplomacia cultural.

 

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¿Por qué México es el brazo natural de producción de Hollywood? Además de la proximidad logística, el país ofrece tasa 0% de IVA a servicios facturados a producciones internacionales y facilidad aduanera (Cuaderno ATA) para equipo, lo que reduce fricciones de costos y tiempos. Estados como Jalisco han añadido rebates de hasta 40% para audio­visual, lo que integra a la cadena a pymes creativas locales y fortalece la coproducción con estudios y streamers estadounidenses.

 

La capa tecnológica acelera la convergencia. México adoptó con vigor la producción virtual: Simplemente opera un volumen LED en Estudios Churubusco y proyectos como Cada minuto cuenta han utilizado paredes LED y renderizado en tiempo real (tecnología popularizada por The Mandalorian) para recrear entornos complejos con eficiencia de costos y huella logística menor—ideal para equipos híbridos México–EE.UU. El resultado: pipeline compatible con estándares de Hollywood y mayor resiliencia ante restricciones de rodaje físico.

 

La integración cultural ocurre también “desde abajo”. El Binational Independent Film Festival (El Paso–Ciudad Juárez) y vitrinas como Femme Frontera tejen audiencias, curaduría y networking profesional a ambos lados de la línea. Estos nodos—sumados al trabajo académico de la UNAM/ENAC y centros de estudios fronterizos en UTEP—son semilleros para que las historias compartidas se escriban con rigor y con mercado en mente.

 

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Balance 2024–2025: el terreno está abonado. México exhibe escala productiva, formación de talento y adopción tecnológica; EE.UU. mantiene el mayor mercado y plataformas con apetito por lo “glocal”. El reto para 2025 es político, económico y creativo. Político: impedir que medidas arancelarias o vaivenes regulatorios erosionen la colaboración y, al contrario, consolidar mecanismos binacionales (con comisiones fílmicas y cancillerías) que den certidumbre a coproducciones e incentivos estatales. Económico: sofisticar contratos para que más propiedad intelectual quede en manos mexicanas y de equipos binacionales, y crear fondos mixtos que anclen proyectos de alto impacto social en ciudades fronterizas. Creativo-tecnológico: cerrar la brecha de representación latina en Hollywood con historias ancladas en datos y comunidades reales, aprovechar volúmenes LED para abaratar producción multicountry, y vincular escuelas (ENAC, CCC, UTEP, ASU) con salas de guion y postproducción. Si alineamos estas piezas, el cine puede ser la política industrial más empática de Norteamérica: una que genera empleos, exporta prestigio y, sobre todo, repara narrativas entre vecinos.

 

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Escrito por: Editorial

 

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