Mujeres que cruzan fronteras, el poder invisible que sostiene la economía binacional
- Editorial
- 12 may
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La migración laboral femenina entre México y Estados Unidos ha dejado de ser una tendencia marginal para consolidarse como un motor estratégico en la transformación económica y social de ambos países. Hoy, más que nunca, las mujeres migrantes no solo representan fuerza de trabajo, sino agentes de cambio que reconfiguran comunidades, economías locales y dinámicas familiares a través de su inserción en sectores clave, como el cuidado, la salud, la agricultura, la manufactura y la tecnología. Sin embargo, su papel sigue siendo subestimado en políticas públicas y estrategias bilaterales, lo que limita su verdadero potencial.
Durante el año 2024, los datos recopilados por el Migration Policy Institute y la Unidad de Política Migratoria de México mostraron que el 48.2% de las personas mexicanas que migraron hacia Estados Unidos por razones laborales fueron mujeres, un aumento del 5.6% respecto al año anterior. Además, según cifras de la Universidad de California, el 36% de las mujeres migrantes mexicanas ocupadas en EE.UU. trabajaban en sectores esenciales, como el cuidado de personas mayores, la educación temprana y los servicios de limpieza, lo que evidencia su rol estructural en la economía estadounidense. A su vez, en México, las remesas enviadas por mujeres representaron el 33% del total, con un crecimiento interanual del 11.4%, destacando su creciente participación en el sostenimiento financiero de comunidades rurales y suburbanas.
En 2024, diversas ciudades fronterizas como Tijuana, Ciudad Juárez, Laredo y El Paso reportaron un incremento significativo de programas laborales orientados a mujeres migrantes, enfocados en certificación de habilidades, emprendimiento y derechos laborales. Por ejemplo, el programa “Mujer Trabajadora Transfronteriza” en Baja California benefició a más de 12,000 mujeres con capacitaciones técnicas, asesoría jurídica y acceso a microcréditos, fomentando una integración laboral con mayor equidad. Asimismo, investigaciones de la Universidad de Texas en El Paso subrayan que las mujeres migrantes han contribuido a la estabilización de la fuerza laboral en sectores con alta rotación, como el agrícola y el maquilador, ayudando a contener la inflación salarial y mejorar la productividad.
Sin embargo, el impacto de esta migración no es únicamente económico. Las mujeres migrantes están reconfigurando el tejido social de ambos países al asumir roles comunitarios, liderar redes de apoyo binacional y sostener estructuras familiares transnacionales. Su presencia ha impulsado también nuevos modelos de organización familiar donde las mujeres se convierten en el eje económico y emocional de sus comunidades, tanto en origen como en destino.

A pesar de estos avances, los desafíos para 2025 son contundentes. Persisten altos niveles de informalidad, explotación y barreras para el reconocimiento de sus derechos laborales. De acuerdo con Human Rights Watch, el 54% de las mujeres mexicanas migrantes que trabajan en EE.UU. no cuentan con contratos formales ni acceso a seguridad social. En México, el retorno forzado o voluntario de miles de trabajadoras migrantes sigue sin un marco institucional claro que facilite su reinserción económica o social. A ello se suman retos como la falta de protección contra la violencia de género en rutas migratorias, el rezago en políticas de vivienda transfronteriza y el limitado acceso a tecnologías que potencien su autonomía económica.
La tecnología, sin embargo, emerge como una aliada clave para cambiar esta narrativa. Plataformas digitales binacionales como “Ellas Migran” y “TrabajaSegura.org” están conectando a mujeres con redes laborales seguras, asesoría jurídica y recursos educativos en tiempo real. Además, el desarrollo de fintechs enfocadas en migrantes ha abierto nuevas puertas para la bancarización y ahorro de las trabajadoras, permitiendo que gestionen sus recursos desde cualquier parte de la región México-EE.UU.
De cara al 2025, es imperativo que los gobiernos de ambos países reconozcan a la migración laboral femenina como un componente estratégico para el desarrollo. Esto implica diseñar políticas diferenciadas con enfoque de género, garantizar la regularización de estatus migratorios, fomentar la capacitación tecnológica y establecer canales institucionales para su participación en la vida pública y económica. Las mujeres migrantes no solo cruzan fronteras físicas: cruzan las del silencio, la precariedad y la invisibilidad. Su voz y su trabajo deben ser el eje de una nueva narrativa binacional.
Escrito por: Editorial
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