Frontera en clave femenina. Del aula al cabildo, el salto que México y EE.UU. no pueden posponer
- Salvador Ordóñez Toledo
- hace 7 horas
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La fotografía política de 2025 en la frontera binacional llega con mensajes claros: en México, la elección presidencial de 2024 coronó un ciclo de reformas de paridad que ya permea las estructuras locales; en Estados Unidos, los municipios siguen construyendo un “pipeline” de mujeres que saltan de la comunidad al gobierno. La ruta es educativa, tecnológica y económica a la vez: formación en liderazgo, habilidades digitales y acceso a redes de financiamiento. El reto es convertir ese impulso en poder municipal efectivo a ambos lados del Río Bravo.
Los avances de 2024 son tangibles. En EE.UU., las mujeres ocuparon 26.8% de las alcaldías en ciudades de más de 30 mil habitantes —una base que importa porque los gobiernos locales son la cantera de congresistas y gobernadoras—, mientras que, en promedio nacional, 32% de las y los funcionarios municipales son mujeres. En los estados fronterizos se observa tracción adicional: Arizona llegó a 42.6% de mujeres en cargos municipales y California ronda 40%. El suroeste también mostró señales en el nivel estatal: Nuevo México estrenará en 2025 una Legislatura con mayoría femenina, reforzando el efecto “pipeline”.
En México, la paridad avanzó del discurso a la estadística: para el cierre del ciclo 2023–2024, el porcentaje nacional de presidencias municipales encabezadas por mujeres alcanzó 29.52%, desde un umbral de 28.9% registrado en 2022. Además, la paridad se consolidó en varios estados —entre ellos Baja California y Tamaulipas, ambos fronterizos—, indicador clave para municipios con cadenas productivas transfronterizas y agendas de seguridad compartida. A la vez, 59.4% de las presidencias de los Organismos Públicos Locales Electorales quedaron en manos de mujeres, reforzando el andamiaje institucional que acompaña a las alcaldías.
El músculo formativo detrás de estos números también creció. En EE.UU., la red Ready to Run® de Rutgers, NALEO Educational Fund, Emerge (con capítulo en Arizona) y organizaciones estatales como Arizona List profesionalizan el salto a campañas locales: planeación, recaudación, cumplimiento normativo y narrativa digital. Texas, por su parte, suma cumbres y programas universitarios dedicados a mujeres en el servicio público, útiles para alcaldías y city councils en ciudades colindantes con México.

Del lado mexicano, el Observatorio de Participación Política de las Mujeres pasó en 2024 a la órbita del Tribunal Electoral, con enfoque reforzado en paridad y prevención de violencia política. En paralelo, el Instituto Nacional de las Mujeres reportó decenas de miles de personas capacitadas solo en el primer semestre de 2024, un esfuerzo que ya permea a institutos locales en estados fronterizos; el caso de Nuevo León —con estudio específico sobre mujeres en ayuntamientos— ilustra esa profesionalización desde lo local.
Pero la cancha no está nivelada. El ciclo electoral 2024 en México registró niveles de violencia superiores a 2018 y 2021, con impacto particular en candidatas municipales. A ello se suma una ola binacional de desinformación y abusos digitales con sesgo de género —incluidos “deepfakes” sexuales— que buscan expulsar a las mujeres de la esfera pública. La respuesta formativa de 2025 debe integrar módulos obligatorios de ciberseguridad, litigio estratégico y protocolos de respuesta rápida en redes, además de alianzas con universidades para laboratorios de verificación y evidencia forense digital.

Mi diagnóstico para 2025: el siguiente salto no será solo cuantitativo; será de calidad de gobierno. En zonas fronterizas donde la logística, el nearshoring y la seguridad pública exigen alcaldías con alta capacidad técnica, invertir en liderazgo femenino tiene retornos medibles: presupuestos con perspectiva de género que mejoran la eficacia del gasto social, compras públicas más transparentes para atraer inversión, y políticas digitales (datos abiertos, IA cívica) que incrementan la confianza. Para ello, propongo tres movimientos estratégicos desde ya: primero, convenios transfronterizos entre universidades (UTEP, UTRGV, ASU) e institutos de las mujeres estatales para diseñar diplomados conjuntos en gestión municipal, finanzas públicas y tecnologías de gobierno; segundo, fondos locales de matching que cubran guarderías y transporte de candidatas y alcaldesas, un cuello de botella persistente en ambos países; tercero, indicadores binacionales —basados en CAWP e INMUJERES— para medir no solo cuántas mujeres llegan, sino cuánto mejoran los entregables municipales en agua, seguridad y desarrollo económico. Si la frontera quiere ser la vitrina del liderazgo cívico de Norteamérica, 2025 debe ser el año en que el aula, la red y el presupuesto se alineen para que más mujeres gobiernen y transformen.
Escrito por: Editorial
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