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La frontera se reinventa. De línea divisoria a fábrica binacional

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    Editorial
  • 26 ago
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La frontera se reinventa Revista interAlcaldes

La conversación sobre nearshoring ya maduró: 2025 es el año de pasar del discurso a la arquitectura institucional. La herramienta más potente—si se diseña bien—son las zonas económicas especiales (ZEEs) binacionales: polígonos espejo a ambos lados de la frontera que coordinen incentivos fiscales, aduanas inteligentes, energía limpia y formación de talento. No es teoría. En 2024 México cerró con 36.9 mil millones de dólares de IED—con 77% vía reinversión—y un sesgo claro hacia manufactura exportadora, combustible natural de cualquier ZEE.

 

Estados Unidos ya opera una red madura de Foreign-Trade Zones (FTZ). El reporte más reciente del FTZ Board muestra la escala: 949 mil millones de dólares en mercancías recibidas y 149 mil millones en exportaciones, con más de 550 mil empleos en 374 operaciones productivas activas. Es un andamiaje perfecto para “parearlo” con parques industriales y regímenes especiales del lado mexicano. En el terreno estatal, la interdependencia es tangible: en 2024 México fue el principal origen del 27.5% de las importaciones de Arizona (11.6 mil millones); y en septiembre de 2024 las exportaciones de Arizona a México crecieron 28.3% anual, evidencia de cadenas de valor ya integradas que una ZEE binacional puede acelerar.

 

México, pese a haber cancelado las ZEEs originales, desplegó instrumentos equivalentes. El decreto de octubre de 2023 otorgó depreciación acelerada e incentivos a 10 sectores exportadores hasta el cierre de 2024, además de deducciones adicionales en capacitación hasta 2025. En paralelo, el régimen de la Zona Libre de la Frontera Norte mantuvo durante 2024 tasas preferenciales de ISR/IVA (20% y 8%) para empresas elegibles, bajando costos transfronterizos. En 2025, el Ejecutivo emitió un nuevo paquete de estímulos (“Plan México”) para atraer inversiones y sofisticar proveeduría. Estas piezas, si se coordinan con FTZ y regímenes estatales de EE. UU., pueden actuar como una ZEE de facto.

 

Además, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec—con 10 Polos de Desarrollo e incentivos fiscales específicos—actúa como “bisagra” sureste-golfo-Pacífico, complementando la franja fronteriza. En 2024 ya se observó tracción industrial en Oaxaca, con un alza anual de 17.7% en la producción de mayo, asociada a mejoras logísticas e inversión en parques. 

 

De línea divisoria a fábrica binacional Revista interAlcaldes

Si el diseño es binacional, la infraestructura federal importa. El programa estadounidense de modernización de 26 puertos fronterizos con recursos del IIJA está sustituyendo cuellos de botella por carriles de alto rendimiento y sistemas de inspección de última generación; sin aduanas ágiles, ninguna ZEE prospera. Y en el horizonte político, la revisión del T-MEC en 2026 exige reglas claras que reduzcan incertidumbre regulatoria—la primera condición para inversiones en activos fijos dentro de zonas especiales.

 

¿Funcionó 2024? Sí, pero con matices. Estudios de la Tec de Monterrey estiman que el nearshoring podría elevar la productividad laboral de México entre 15% y 30% hacia 2030—una ventana de oportunidad inmensa—y análisis del Banco de la Reserva Federal de Dallas recuerdan que parte del auge exportador respondió a desvíos comerciales desde China más que a nuevos capex masivo. Una ZEE binacional bien calibrada es precisamente el instrumento para pasar del “comercio oportunista” a la “inversión anclada”.

 

Mi tesis para 2025 es clara: hay que conectar “puntos” en un malla de ZEEs espejo. Del lado mexicano: parques del Istmo y clústeres norte-Bajío bajo estímulos focalizados; del lado estadounidense: FTZ y, donde convenga, superposición con Opportunity Zones para apalancar capital privado con ventajas fiscales. Todo ello soldado por tres capas tecnológicas: despacho aduanero previo con datos compartidos, trazabilidad digital de reglas de origen T-MEC y certificación energética para que la manufactura elegible sea, además, baja en carbono. Con el IIJA modernizando cruces y un nuevo decreto de estímulos en 2025, la ventana está abierta.

 

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Los retos también son binacionales. En México, capacidad eléctrica, agua y seguridad jurídica en suelo industrial; en EE. UU., volatilidad arancelaria y la tentación de “re-shoring” selectivo que puede elevar requisitos de contenido regional. Ambos deben estandarizar licencias y ventanillas únicas municipales, sincronizar permisos ambientales y fijar criterios de “ZEE verde” para acceso a incentivos. Si los gobiernos locales lideran—con indicadores de empleo formal, encadenamiento MIPYME y tiempos de cruce como métricas trimestrales—las ZEEs dejarán de ser un mapa bonito para convertirse en el motor que vuelva competitiva a la manufactura norteamericana frente a Asia.

 

La frontera ya no es un borde: es una línea de producción compartida. Convertirla en un sistema de zonas especiales, con reglas simples y tecnología interoperable, es la diferencia entre “otra ola más” y el rediseño del mapa industrial de América del Norte.

 

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Escrito por: Editorial

 

#T-MEC2026

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