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La batalla silenciosa por el control de la ciudad: la IA ya gobierna

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    Editorial
  • hace 32 minutos
  • 3 Min. de lectura

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En 2025, la promesa de “ciudades inteligentes” dejó de ser un discurso aspiracional para convertirse en un terreno de competencia económica y política. La inteligencia artificial (IA) ya no es un accesorio tecnológico: es el nuevo sistema operativo urbano. Decide qué baches se atienden primero, qué rutas de transporte se ajustan en tiempo real, dónde se despliega seguridad, cómo se prioriza el agua en sequía y hasta qué trámites se aceleran para atraer inversión. El debate real no es si la IA llegará a los municipios, sino quién la controla, con qué reglas, y si sus beneficios serán públicos o quedarán capturados por proveedores, sesgos y opacidad.


Los avances de 2024 dejaron una lección incómoda para México: la adopción de IA en el tejido productivo aún es marginal. Los Censos Económicos 2024 señalan que solo 26,093 unidades económicas reportaron usar sistemas de IA, alrededor de 0.5% del total. Esa cifra revela una brecha estructural: si el sector privado adopta lentamente, el gobierno local —que depende de proveedores, talento y datos— enfrenta aún más fricción. En paralelo, el propio INEGI reportó señales de digitalización que avanzan, pero a ritmo insuficiente: entre 2018 y 2023 el porcentaje de establecimientos que vendían por internet subió de 1.6% a 2.8%. La ciudad inteligente requiere más que conectividad; necesita capacidades institucionales para comprar tecnología con criterios, gobernarla con transparencia y auditarla con rigor.


En Estados Unidos, 2024 mostró el lado opuesto del mismo dilema: adopción acelerada, pero ansiedad institucional. Una encuesta citada por StateScoop reportó que 48% de agencias estatales y locales usaban herramientas de IA a diario, frente a 64% en el nivel federal. El dato impresiona, pero también desnuda un riesgo: avanzar rápido no equivale a avanzar bien. En el ámbito municipal, otra señal de alerta llegó desde líderes de TI: 38% consideró que su gobierno local “no está preparado en absoluto” para usar IA de forma segura, con preocupaciones centradas en privacidad, seguridad y falta de habilidades. En pocas palabras: el problema dejó de ser “¿qué puede hacer la IA?” y se convirtió en “¿cómo evitamos que la IA rompa la confianza pública?”.


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Dicho eso, las aplicaciones urbanas con IA ya son demasiado valiosas para ignorarlas. En movilidad, modelos predictivos optimizan semáforos, reducen congestión y priorizan transporte público. En agua, la IA detecta fugas, estima demanda por colonia y permite mantenimiento predictivo en redes envejecidas, un tema crítico en ciudades mexicanas con estrés hídrico. En seguridad y protección civil, los algoritmos cruzan reportes, clima, aforos y señales de riesgo para anticipar incidentes, aunque aquí la línea roja es clara: sin reglas, la vigilancia algorítmica puede escalar discriminación. En gestión administrativa, la IA automatiza ventanillas digitales, clasifica solicitudes y reduce tiempos de permisos, lo que impacta directamente el clima de inversión y la competitividad regional. El valor económico es evidente: la “ciudad” se vuelve una plataforma de eficiencia.


Pero 2025 añadió un ingrediente geopolítico y binacional: la soberanía tecnológica. En México, el discurso se movió hacia infraestructura, centros de datos y capacidades propias; iniciativas presentadas en 2025 alrededor de un “modelo de lenguaje nacional” y expansión de centros de datos reflejan que la IA ya se entiende como palanca de política industrial. En EE.UU., el péndulo se empuja por marcos de gestión de riesgos y gobernanza: NIST continúa posicionando lineamientos para medición y administración del riesgo en IA, clave para compras públicas y evaluación de sistemas. Y desde la academia y organismos nacionales, se insiste en que gobiernos estatales y locales adopten marcos como el AI RMF de NIST y herramientas municipales para no improvisar.


Con estas señales, 2025 se perfila como el año de “reglas y confianza”. Nueva York, por ejemplo, ha empujado guías y discusiones para el uso gubernamental de IA generativa, buscando alinear innovación con principios públicos. Este tipo de gobernanza anticipa lo que veremos en más ciudades: compras con cláusulas de auditoría, registros de algoritmos, evaluación de impacto y estándares mínimos de explicabilidad.


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Mi opinión es que el gran reto de 2025 no será tecnológico, sino institucional y político. Primero, datos: sin interoperabilidad, calidad y ciberseguridad, la IA solo automatiza desorden. Segundo, talento: municipios compiten contra el sector privado por perfiles que entiendan datos, derecho digital y operación urbana. Tercero, compras públicas: si los contratos no exigen métricas, trazabilidad y derechos de auditoría, la ciudad queda cautiva del proveedor. Cuarto, legitimidad democrática: si la población percibe “cajas negras” tomando decisiones, el proyecto de ciudad inteligente se convierte en crisis de confianza. Quinto, brecha binacional: mientras EE.UU. normaliza el uso y discute regulación, México necesita acelerar capacidades locales para que la IA no sea solo importación, sino productividad, servicios públicos y desarrollo regional medible.


La IA ya está reescribiendo la vida urbana. La pregunta para México y EE.UU. no es si la ciudad será inteligente, sino si será justa, segura y gobernable.

 

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Escrito por: Editorial

 

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