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Ella mueve la aguja del PIB. El efecto multiplicador de las mujeres en la economía binacional

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    Editorial
  • 21 ago
  • 4 Min. de lectura
Ella mueve la aguja del PIB Revista interAlcaldes

La evidencia es contundente: donde hay mujeres tomando decisiones —en empresas, cadenas de suministro y gobiernos locales— hay más crecimiento, empleo y resiliencia. En Estados Unidos, las firmas propiedad de mujeres ya suman 2.1 billones de dólares en ventas y emplean a 11.4 millones de personas, y representan cerca del 39% del universo empresarial cuando se incluyen negocios sin empleador, una base en expansión que está redefiniendo la economía local de ciudades intermedias y áreas metropolitanas.

 

El dinamismo emprendedor femenino viene de abajo hacia arriba. En 2024, los Centros de Negocios para Mujeres (WBC) de la SBA y aliados estatales reportaron crecimientos de doble dígito en asesorías y capacitación, mientras que la propia SBA registró 56 mil millones de dólares en financiamiento respaldado —con 15,500 créditos por 5.6 mil millones dirigidos a empresas mayoritariamente propiedad de mujeres—, un salto que se siente en el comercio de barrio, en la manufactura ligera y en los servicios digitales donde ellas ganan terreno.

 

En México, la fuerza de trabajo femenina es el gran motor latente del desarrollo local. En 2024, la tasa de participación económica de las mujeres alcanzó 46.7% según INEGI, y la OCDE estima 51.7% bajo su metodología para el primer trimestre de ese año; ambas cifras muestran avance frente a 2019, pero también una brecha respecto de estándares OCDE. Al mismo tiempo, las mujeres ya son la mayoría del personal ocupado en las unidades económicas micro (50.5%), la capa empresarial que sostiene el empleo local y la recaudación municipal.

 

Las políticas públicas y los instrumentos de fomento explican parte de este progreso. “Mujer Exporta MX” —plataforma de la Secretaría de Economía— consolidó en 2024 su quinta edición con capacitación y ruedas de negocio para mipymes lideradas por mujeres, conectándolas con compradores hemisféricos; en paralelo, Nacional Financiera reforzó programas de formación y asistencia técnica especializados para empresarias, y las redes consulares impulsaron el emprendimiento de mexicanas en el exterior con itinerarios de mentoría y plan de negocios. Son políticas de bajo costo fiscal y alto impacto territorial que formalizan, escalan y abren mercados.

 

El efecto multiplicador de las mujeres en la economía binacional Revsita interAlcaldes

Del lado estadounidense, la arquitectura de apoyo combina asesoría y capital. La SBA y la National Women’s Business Council recomiendan robustecer la red WBC, abrir más datos de compras gubernamentales y cerrar las brechas en STEM; la banca de nicho —como First Women’s Bank— y fondos locales han empezado a atacar el diferencial de crédito que por décadas frenó el crecimiento de las empresas lideradas por mujeres. El resultado: más contratos públicos, más digitalización y una mejor inserción en cadenas de valor regionales.

 

Aun así, persisten cuellos de botella que restan puntos al PIB municipal y estatal. El más evidente es el sistema de cuidados. La CEPAL estima que invertir alrededor de 4.7% del PIB en cuidados podría elevar en 12% la participación laboral femenina en la región, un salto con efectos multiplicadores en productividad, consumo y recaudación local. Para municipios que buscan atraer nearshoring, parques industriales o clústeres de servicios, ampliar guarderías, profesionalizar cuidadoras y promover la corresponsabilidad en los hogares es política económica pura, no un “tema social”.

 

El financiamiento es el segundo gran desafío. Aunque hay récord de colocación, el costo del capital y la aversión al riesgo aún penalizan a empresas propiedad de mujeres, en especial a las que innovan en manufactura avanzada, IA aplicada y soluciones verdes. Reportes nacionales muestran que el emprendimiento femenino crece más rápido que el masculino desde 2021, pero sigue topándose con brechas de inversión que obligan a sustituir capital por deuda personal, un lastre que limita la escala y la adopción tecnológica.

 

El tercer frente está en la tecnología y los datos. Las empresarias ya lideran negocios digitales, comercio electrónico y servicios basados en conocimiento; sin embargo, la falta de interoperabilidad de catálogos de proveedores y datos abiertos de compras públicas reduce su acceso a contratos. En 2024 y lo que va de 2025, múltiples agencias estadounidenses y mexicanas expandieron programas de formación y digitalización para pymes; el siguiente paso es estandarizar perfiles de proveedor, publicar historiales de desempeño y usar IA para “matchear” a empresas lideradas por mujeres con necesidades reales de municipios y estados, desde mantenimiento urbano hasta ciberseguridad.

 

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¿Qué sigue para 2025? Primero, institucionalizar el sistema de cuidados como infraestructura económica básica, con métricas municipales de cobertura y calidad. Segundo, escalar el crédito productivo con garantías contracíclicas y monitoreo público de tasas efectivas por género, replicando innovaciones de la banca de nicho y alineando fondos de desarrollo estatales. Tercero, usar las compras gubernamentales como palanca: metas de participación de proveedoras locales en contratos subnacionales, con integridad y competencia. Cuarto, cerrar la brecha STEM con becas vinculadas a cadenas de valor binacionales (aeroespacial, semiconductores, agua y residuos) y con WBC/NAFIN como ejecutores territoriales. Nada de esto es filantropía: es estrategia de crecimiento sostenible que ya muestra resultados en 2024 y que, bien diseñada, puede convertir a la región México–Estados Unidos en el laboratorio global del desarrollo inclusivo.

 

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Escrito por: Editorial

 

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