Campo sin mujeres, país sin futuro. Liderazgo rural que ya cambió 2024 y puede detonar 2025
- Editorial
- hace 7 días
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Si algo aprendimos en 2024 es que empoderar a las mujeres en comunidades rurales no es filantropía: es política pública inteligente y desarrollo económico tangible. En México, el peso demográfico y productivo de la mujer rural es innegable. INMUJERES reportó que solo 35.6% de las mujeres rurales (15+) participan en la economía, 14 puntos por debajo del ámbito urbano: una brecha que frena ingresos municipales, innovación y bienestar familiar. Al mismo tiempo, la participación económica femenina total subió a 46 de cada 100 mujeres en el 2T-2024, una mejora respecto a 2023 que indica dinamismo, pero aún lejos de la paridad.
Detrás de esa brecha hay tres cuellos de botella:
Primero, educación: en localidades rurales mexicanas solo 14.5% de jóvenes de 17 a 30 años asisten a media superior, lo que reduce perfiles para liderar cooperativas, ejidos o mipymes de valor agregado.
Segundo, conectividad: en localidades de menos de 2,500 habitantes, apenas 19.2% de los hogares con jefatura femenina tienen computadora; la adopción digital para actividades productivas es menor y se traduce en menos acceso a mercados, pagos y capacitación.
Tercero, informalidad: la economía mexicana cerró 2024-2025 con tasas arriba de 54%, que castigaron especialmente a mujeres en agro, comercio y cuidados, frenando seguridad social y crédito.
El contraste con Estados Unidos ofrece una hoja de ruta. El Censo Agropecuario 2022 (difundido en 2024) confirmó 1.2 millones de productoras: 36% de quienes toman decisiones en el campo, y 58% de las granjas con al menos una mujer al mando. Es liderazgo formal que se traduce en ventas y acceso a programas. A esto se suma la red de mentoría de USDA para mujeres en agricultura y el impulso de becas y foros de liderazgo juvenil, que conectan a productoras con investigación universitaria y mercados.
La tecnología es el multiplicador
En 2024-2025, USDA y NTIA aceleraron (y después ajustaron) la inversión en banda ancha rural: el programa BEAD avanzó con la aprobación de propuestas estatales, pero su rediseño en 2025 abrió la puerta a demoras y a un giro “tecnológicamente neutral” que varios estados temen degrade estándares y tiempos de despliegue. Para las empresarias rurales —que venden por WhatsApp, gestionan pagos y se capacitan en línea— cada trimestre perdido en conectividad es ingresos que no llegan. México debería tomar nota: sin internet confiable, los programas de liderazgo femenino pierden tracción aun cuando exista demanda.

Hay, sin embargo, señales potentes de avance binacional. En julio de 2025, Pro Mujer y PNUD México anunciaron una alianza para escalar inclusión financiera, salud y formación para niñas y mujeres —insumos críticos del liderazgo económico local—, mientras que la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer (ONU) en Ciudad de México puso el tema en la agenda hemisférica con foco en igualdad sustantiva y desarrollo territorial. A nivel técnico, FAO lanzó en 2024 su programa de escuelas de campo para agricultoras en la región, un formato probado que acelera adopción tecnológica, liderazgo y autonomía económica desde el territorio.
¿Qué funcionó en 2024? Donde se combinó liderazgo femenino formal, capacitación aplicada y conectividad, hubo resultados. En EE. UU., la mayor presencia de mujeres como “decision-makers” multiplicó efectos de programas de crédito, seguros y extensión; en México, el aumento de la participación femenina total y la expansión de cooperativas con enfoque de género muestran que, con instrumentos adecuados, la curva puede moverse rápido. Además, la evidencia de INEGI sobre brechas digitales en localidades pequeñas sugiere que cerrar la conectividad y la alfabetización digital de mujeres jefas de hogar puede tener un retorno desproporcionado en productividad y comercio local.

2025 nos exige ir más allá del “programa bonito” y entrar al diseño fino municipal:
Primero, institucionalizar cuotas de representación de mujeres en consejos de desarrollo rural y comités de agua, caminos y mercados, con presupuesto etiquetado para capacitación y seguimiento.
Segundo, alinear conectividad rural con objetivos de género: cada kilómetro de fibra, radiobase o punto Wi-Fi comunitario debe medirse por cuántas microempresas femeninas vende más, cuántas cooperativas abren nuevos mercados y cuántas jóvenes completan certificaciones técnicas.
Tercero, banca de desarrollo y fondos locales: líneas de crédito con garantías parciales y criterios de compra pública que premien a cooperativas lideradas por mujeres.
Cuarto, diplomacia subnacional: hermanamientos de condados y municipios (Arizona–Sonora, Nuevo México–Chihuahua, Texas–Tamaulipas) para transferir metodologías USDA/Extension a ejidos y asociaciones mexicanas, con universidades de ambos lados como ancla.
El riesgo es perder el momento
La informalidad alta en México y los vaivenes regulatorios en la banda ancha rural de EE. UU. pueden frenar la curva de adopción digital y el ascenso a puestos de decisión. Pero el potencial está claro: si México cierra la brecha de participación rural del 35.6% hacia el promedio urbano y EE. UU. mantiene el impulso del 36% de productoras con apoyo técnico y conectividad robusta, 2025 puede ser el año en que el liderazgo femenino rural deje de ser “piloto” y se vuelva política de Estado a escala binacional.
Escrito por: Editorial
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