Sabores que unen naciones. La nueva diplomacia gastronómica entre México y EE.UU.
- Editorial

- 6 ago
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En un mundo donde la economía, la cultura y la política se entrelazan cada vez más, la gastronomía ha dejado de ser un simple deleite sensorial para convertirse en un vehículo estratégico de desarrollo económico y diplomacia cultural. Las ciudades de Guadalajara, San Antonio y Tijuana emergen hoy como nodos clave de un fenómeno en expansión: los circuitos gastronómicos binacionales que integran la riqueza culinaria como eje de un nuevo modelo de turismo cultural.
Durante 2024, el turismo cultural con enfoque gastronómico registró un crecimiento del 12.7 % en México y del 9.4 % en regiones del sur de Estados Unidos, según datos del Consejo de Promoción Turística de México y del U.S. Travel Association. En Guadalajara, el programa Sabores de Jalisco atrajo a más de 480,000 visitantes, generando una derrama económica de 1,200 millones de pesos, mientras que San Antonio, con su estrategia Culinary Heritage Trails, fortaleció su posicionamiento como destino multicultural al registrar un aumento del 15 % en visitantes internacionales interesados en experiencias gastronómicas. Tijuana, por su parte, consolidó su reputación como epicentro de la cocina de frontera, con un incremento del 18 % en el número de tours culinarios registrados.
El auge de estas iniciativas no solo representa un impulso para las economías locales, sino también una oportunidad geopolítica. Las cocinas de México y EE.UU. comparten más que ingredientes: comparten historia, migración e innovación. La creación de circuitos gastronómicos binacionales fomenta la cooperación entre alcaldías, cámaras empresariales, universidades y organismos culturales, promoviendo el turismo sustentable y el desarrollo regional. En 2024, al menos 19 municipios mexicanos firmaron convenios de colaboración con ciudades estadounidenses para promover intercambios culinarios, ferias gastronómicas y capacitaciones en turismo cultural, de acuerdo con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Tijuana y San Diego, que lanzaron el Binational Culinary Corridor, un proyecto impulsado por la Universidad de California y el Instituto Tecnológico de Tijuana que integra tecnología de geolocalización, inteligencia artificial y realidad aumentada para crear rutas gastronómicas interactivas. Esta alianza académica-empresarial se perfila como un modelo replicable, no solo por su éxito económico —más de 2 millones de dólares en inversión directa en 2024— sino por su impacto social, al fortalecer identidades compartidas y el tejido económico local.
En términos de innovación, el uso de tecnologías digitales ha sido determinante. Aplicaciones móviles desarrolladas por startups de Guadalajara y Austin permiten a los turistas personalizar sus rutas culinarias, conocer la historia de los platillos y reservar experiencias inmersivas en tiempo real. Asimismo, la trazabilidad alimentaria mediante blockchain ha comenzado a ser utilizada por productores locales para certificar el origen de ingredientes tradicionales, como el maíz criollo o el chile chiltepín, elementos esenciales en la narrativa culinaria transfronteriza.

Sin embargo, pese a los avances, los retos para 2025 son tan complejos como estimulantes. El primero es político: aún persisten trabas administrativas y aduanales que dificultan la movilidad de productos e insumos alimenticios, lo que impacta directamente en la autenticidad y sostenibilidad de los circuitos binacionales. En segundo lugar, existe una necesidad urgente de fortalecer la formación profesional en turismo cultural y gastronomía, especialmente en regiones rurales o de alta migración, para evitar la gentrificación culinaria y garantizar la participación de comunidades originarias.
Desde una perspectiva económica, es fundamental consolidar mecanismos de financiamiento mixto que permitan a pequeños productores, chefs locales y emprendedores culturales participar en los beneficios de esta nueva diplomacia gastronómica. Los bancos de desarrollo, fondos de inversión social y programas binacionales de cooperación técnica deben mirar hacia la gastronomía no como un sector periférico, sino como un motor de crecimiento inclusivo.
Finalmente, en el ámbito tecnológico, es prioritario ampliar el acceso a plataformas digitales, capacitación en herramientas de marketing gastronómico y alianzas público-privadas que faciliten la exportación cultural en formatos digitales, como documentales, podcasts y eventos híbridos que trasciendan las fronteras físicas.
La integración de la gastronomía local en el turismo cultural no es una moda, es una estrategia de desarrollo binacional. En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, desafíos migratorios y reconversiones económicas, los sabores compartidos pueden ser más poderosos que los discursos. En los fogones de Guadalajara, las calles de Tijuana o los mercados de San Antonio, se cocina algo más que comida: se cocina un futuro común.
Escrito por: Editorial




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