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Rutas del sabor y el desarrollo. Vino y tequila, motores turísticos del México binacional

  • Foto del escritor: Editorial
    Editorial
  • 6 jun
  • 3 Min. de lectura
Rutas del sabor y el desarrollo Revista interAlcaldes

Por años, el tequila ha sido símbolo de la identidad mexicana en el mundo, mientras que el vino, desde Baja California hasta Guanajuato y Querétaro, ha ganado prestigio internacional por su calidad e innovación. Hoy, más allá de ser productos emblemáticos, ambas bebidas se posicionan como ejes estratégicos para detonar un turismo de alto valor agregado que fortalezca la economía regional, impulse la inversión extranjera y fomente una integración más sólida entre México y Estados Unidos.

 

Durante 2024, la Secretaría de Turismo de México reportó un crecimiento del 17.3% en el turismo enológico y agave-turístico, lo que representa ingresos por más de 9,600 millones de pesos, con un impacto directo en municipios como Tequila, Valle de Guadalupe, Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende. La Ruta del Tequila en Jalisco, por sí sola, recibió más de 1.5 millones de visitantes, de los cuales el 42% fueron turistas internacionales, principalmente provenientes de California, Texas y Arizona, según datos del Consejo Regulador del Tequila (CRT) y la Asociación de Secretarios de Turismo de México (ASETUR).

 

En Baja California, el Valle de Guadalupe atrajo en 2024 a más de 800 mil visitantes, consolidándose como la principal región vinícola del país. Universidades como el CETYS y el Colegio de la Frontera Norte han señalado que el turismo enológico ha generado más de 7 mil empleos directos en la zona y ha propiciado inversiones hoteleras y gastronómicas de alta gama con un valor estimado de 5 mil millones de pesos en los últimos tres años.


Este dinamismo ha despertado interés de inversionistas binacionales. En 2024, la inversión extranjera directa (IED) en servicios turísticos asociados a la industria del vino y el tequila creció 12.1% respecto a 2023. Empresas estadounidenses como Constellation Brands y LVMH (propietaria de Moët Hennessy) han consolidado alianzas estratégicas con productores mexicanos para ofrecer experiencias turísticas integrales, que combinan visitas a bodegas, procesos de destilación, gastronomía regional y rutas escénicas, apoyadas con tecnologías inmersivas como realidad aumentada y apps de planificación turística inteligente.

Vino y tequila, motores turísticos del México binacional Revista interAlcaldes

 Al mismo tiempo, los gobiernos estatales de Jalisco, Baja California y Querétaro han impulsado convenios con agencias de viajes y consulados de México en Estados Unidos para promover “rutas del sabor” que conecten con ciudades hermanas como San Diego, Los Ángeles y Tucson, reforzando así el intercambio turístico y cultural. Las plataformas digitales han jugado un papel central: según datos de la Universidad de Guadalajara, el 76% de las reservas para tours tequileros o vinícolas se hacen ya desde plataformas móviles, lo que exige a los municipios modernizar su infraestructura digital y capacitar a prestadores de servicios.

 

El componente educativo también se ha fortalecido. Diversas universidades mexicanas y estadounidenses, como la Universidad de California Davis, han firmado convenios con instituciones locales para ofrecer programas conjuntos en vitivinicultura, turismo sustentable y gestión agroindustrial. Esto no solo eleva el perfil técnico del sector, sino que genera cadenas de valor con impacto en zonas rurales.

 

No obstante, para 2025 los desafíos son significativos. El primero es la sustentabilidad. Las zonas productoras enfrentan estrés hídrico severo, especialmente en regiones como el Bajío y el norte de Baja California. Urge una gestión del agua más eficiente y el uso de tecnologías limpias en el proceso de producción. El segundo reto es la formalización del empleo en el sector turístico rural, donde todavía prevalece la informalidad, limitando el acceso a seguridad social y capacitación. Un tercer desafío es la interconectividad. Si bien existen rutas turísticas consolidadas, muchas zonas rurales aún carecen de infraestructura vial adecuada, señalización, cobertura digital y seguridad, lo que reduce su potencial de atracción.

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Además, la protección de denominaciones de origen frente a imitaciones extranjeras sigue siendo una batalla diplomática constante. En este sentido, se espera que en 2025 el nuevo panel trilateral del T-MEC retome este tema, que afecta tanto al tequila como al mezcal y al vino mexicano, frente a prácticas comerciales desleales en mercados internacionales.

 

En síntesis, la cultura del vino y el tequila no solo representa una oportunidad para fomentar el turismo de alta calidad, sino también para crear un modelo binacional de desarrollo regional sustentable, tecnológico y culturalmente arraigado. El reto está en que los tres niveles de gobierno, la iniciativa privada y la academia trabajen coordinadamente para consolidar estas rutas como motores de prosperidad compartida. El vino y el tequila ya no son solo bebidas: son estrategias de política económica y diplomacia cultural que tienen el potencial de transformar comunidades.

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Escrito por: Editorial

 

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