De tacos a tendencias globales. La revolución gastronómica que une a Guadalajara, San Antonio y Tijuana
- Editorial
- 3 jul
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La gastronomía ha dejado de ser simplemente una expresión cultural para convertirse en una herramienta estratégica de desarrollo económico y diplomacia blanda entre México y Estados Unidos. En 2025, los circuitos gastronómicos impulsados por ciudades como Guadalajara, San Antonio y Tijuana están demostrando que el turismo culinario no solo genera derrama económica local, sino que fortalece identidades, promueve la innovación y proyecta la herencia binacional hacia mercados globales.
Durante el año 2024, el turismo cultural con enfoque gastronómico creció un 11.8 % en México y un 9.2 % en Estados Unidos, de acuerdo con datos de la Organización Mundial del Turismo y el U.S. Travel Association. En este contexto, las ciudades con fuerte identidad culinaria regional, conectividad aérea y una base de talento gastronómico consolidada, se posicionaron como destinos clave en los nuevos itinerarios de viajeros post-pandemia. Guadalajara, por ejemplo, incrementó en un 16 % la afluencia de turistas interesados en experiencias gastronómicas —principalmente provenientes de California y Texas— gracias a la consolidación de rutas como el “Corredor del Tequila y el Maíz”, una iniciativa apoyada por la Secretaría de Turismo de Jalisco y clústeres empresariales locales.
San Antonio, ciudad emblemática por su mezcla tex-mex y reconocida por la UNESCO como Ciudad Creativa de la Gastronomía, implementó en 2024 el programa Flavors Without Borders, una red de eventos, ferias y circuitos turísticos que aumentó en un 22 % la estancia promedio de turistas internacionales, con un gasto adicional estimado en 180 millones de dólares. La inclusión de cocineros migrantes mexicanos en festivales, la colaboración con universidades como UTSA y la digitalización de experiencias culinarias mediante apps de realidad aumentada han sido piezas clave del éxito.
En el norte de México, Tijuana ha consolidado su fama como capital del “Baja-Med”, una fusión entre ingredientes del Pacífico y técnicas mediterráneas. En 2024, la ciudad lanzó el proyecto Ruta del Sabor Binacional, con apoyo del Consejo de Promoción Turística de Baja California, que conectó restaurantes, mercados, viñedos y food trucks en un circuito que cruzaba hasta San Diego. Este circuito atrajo a más de 180 mil visitantes en su primer año, un 28 % más que en 2023, según el Comité de Turismo y Convenciones local.

Más allá de los indicadores económicos, la integración de la gastronomía en los circuitos culturales binacionales está generando impactos en la creación de empleo joven, la profesionalización de oficios tradicionales, y la recuperación de ingredientes y recetas ancestrales. Universidades como el Tecnológico de Monterrey y Arizona State University están desarrollando programas conjuntos de investigación culinaria y economía creativa, lo cual permite estructurar una oferta turística más sofisticada y con mayor valor agregado.
En términos tecnológicos, el uso de plataformas digitales para reservas, reseñas y recorridos interactivos ha sido fundamental. En 2024, el 72 % de los turistas internacionales interesados en experiencias gastronómicas en la frontera México-EE.UU. utilizaron alguna app especializada para organizar su viaje, de acuerdo con un estudio conjunto entre Google y la Universidad de California en San Diego. Además, iniciativas como la tokenización de experiencias (NFTs culinarios) y el rastreo de ingredientes con blockchain están comenzando a explorarse en Tijuana y Guadalajara como herramientas para garantizar autenticidad, trazabilidad y experiencias inmersivas.
Sin embargo, los desafíos para consolidar esta revolución gastronómica binacional en 2025 son significativos. Primero, aún existe una fragmentación en la coordinación institucional entre ciudades, estados y agencias binacionales, lo que dificulta una narrativa conjunta del patrimonio culinario compartido. Segundo, la brecha digital y el acceso desigual a la tecnología en comunidades rurales impide que productores originarios, cocineras tradicionales y pequeñas fondas participen plenamente del boom turístico. Tercero, la estacionalidad de los flujos turísticos exige una mayor diversificación de la oferta para atraer visitantes durante todo el año.
En un contexto donde el nearshoring, la relocalización de cadenas productivas y la diplomacia subnacional están en auge, integrar la gastronomía como herramienta estratégica de identidad, desarrollo y promoción binacional resulta no solo deseable, sino urgente. Las ciudades que logren articular su herencia culinaria con políticas públicas inclusivas, innovación tecnológica y alianzas transfronterizas, estarán mejor posicionadas para aprovechar esta oportunidad única.
Porque en un taco, en una enchilada texana o en un ceviche de erizo con vino del Valle de Guadalupe no solo se esconde un sabor: también habita una visión compartida de futuro entre dos naciones unidas por la cultura, la economía y la mesa.
Escrito por: Editorial
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