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Turismo sin fronteras. La revolución binacional que está redibujando el mapa del desarrollo regional

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    Editorial
  • hace 17 horas
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Turismo sin fronteras revista interAlcaldes

Durante años, el turismo entre México y Estados Unidos ha sido una de las caras más visibles de su relación bilateral. Sin embargo, más allá de las playas de Cancún y los outlets de Texas, emergen nuevas dinámicas de cooperación entre gobiernos locales y operadores turísticos que podrían redefinir el futuro económico de regiones completas. El año 2024 fue testigo de un avance sin precedentes en la articulación binacional del turismo regional: más de 17 acuerdos locales fueron firmados entre estados fronterizos, municipios turísticos y cámaras empresariales, dando origen a circuitos integrados, campañas conjuntas y plataformas tecnológicas compartidas. Estas acciones no solo incrementaron el flujo turístico, sino que consolidaron al turismo como un pilar estratégico de desarrollo económico en ambos lados de la frontera.

 

De acuerdo con datos del Departamento de Comercio de EE.UU. y la Secretaría de Turismo de México, el turismo bilateral creció un 9.4 % en comparación con 2023. Más de 25.3 millones de estadounidenses visitaron México, mientras que los viajes de mexicanos a Estados Unidos aumentaron un 11.2 %, alcanzando los 21.1 millones de visitantes. Particularmente destacable fue el crecimiento de destinos no tradicionales: ciudades intermedias como Ensenada, Loreto, San Miguel de Allende, McAllen y Tucson reportaron alzas de entre 12 y 18 % en su captación turística, impulsadas por estrategias de promoción cruzada y vuelos regionales directos. En paralelo, el uso de plataformas digitales conjuntas desarrolladas por universidades como la UNAM y Arizona State University permitió a más de 4.5 millones de turistas acceder a rutas culturales y gastronómicas integradas, ampliando significativamente su estadía promedio.

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Este avance no ocurrió por azar. En 2024 se consolidó la “Red Binacional de Ciudades Turísticas”, una plataforma de colaboración que involucra a más de 40 municipios mexicanos y estadounidenses. A través de este esquema, los gobiernos locales compartieron bases de datos de afluencia turística, coordinaron campañas digitales bilingües y promovieron eventos culturales sincronizados. En Nuevo México y Chihuahua, por ejemplo, el “Festival de las Dos Culturas” atrajo a más de 90 mil visitantes binacionales en su primera edición, generando una derrama económica de 62 millones de dólares. En el ámbito académico, centros de investigación como el Colegio de la Frontera Norte y la University of Texas at El Paso impulsaron modelos de inteligencia turística con enfoque regional, permitiendo una toma de decisiones más precisa y basada en evidencia.

 

Pese a estos logros, el 2025 plantea retos estructurales que podrían frenar el potencial del turismo binacional si no se abordan con visión estratégica. Primero, la infraestructura fronteriza sigue siendo un cuello de botella: los tiempos de cruce terrestre para turistas mexicanos aumentaron en promedio un 16 % durante fines de semana y periodos vacacionales, generando pérdidas de hasta 7 millones de dólares diarios en regiones como San Diego-Tijuana o El Paso-Ciudad Juárez. En segundo lugar, la regulación migratoria sigue siendo una barrera para el turismo médico y educativo, particularmente en el caso de visitantes que buscan servicios de largo plazo o especializados. Finalmente, el sector turístico enfrenta la amenaza latente de fenómenos climáticos extremos que han obligado al cierre parcial de destinos en Baja California Sur y la costa texana durante temporadas clave, lo que exige una estrategia de resiliencia climática binacional.

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Para que el turismo binacional alcance su verdadero potencial en 2025, será indispensable institucionalizar los mecanismos de cooperación local mediante tratados intermunicipales, fondos compartidos y marcos normativos coordinados. También se requerirá una fuerte inversión en tecnología para interoperabilidad de plataformas turísticas, trazabilidad de visitantes y promoción segmentada basada en datos. Pero sobre todo, se necesitará voluntad política de ambos gobiernos para colocar el turismo en el centro de la relación bilateral, no solo como industria económica, sino como puente cultural y humano.

 

El turismo binacional no solo mueve divisas; mueve identidad, confianza y corresponsabilidad entre pueblos. En un contexto global de fragmentación y tensiones geopolíticas, el que dos países compartan rutas, historias y visitantes no es un gesto menor: es una apuesta por el entendimiento mutuo y el desarrollo conjunto. Si México y Estados Unidos logran consolidar este modelo turístico binacional con visión de largo plazo, estarán sembrando las bases de una frontera más próspera, integrada y humana.

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Escrito por: Editorial

 

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