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Ciudades en movimiento, el transporte público como catalizador del desarrollo binacional

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    Editorial
  • 9 jun
  • 3 Min. de lectura
Ciudades en movimiento Revista interAlcaldes

En 2025, el desarrollo de infraestructura de transporte público se ha consolidado como una de las estrategias más críticas para garantizar la competitividad, sostenibilidad y cohesión social de las grandes áreas metropolitanas en México y Estados Unidos. Con la acelerada urbanización en ambos países —más del 81% de los estadounidenses y el 79% de los mexicanos viven en zonas urbanas— la necesidad de sistemas de movilidad colectiva más eficientes, integrados y ecológicos es hoy una prioridad binacional. A medida que las ciudades enfrentan presiones por el crecimiento poblacional, la congestión vehicular y la contaminación, la inversión pública en transporte se presenta como un eje transversal para resolver no sólo desafíos ambientales, sino también económicos y sociales.

 

Durante 2024, se registraron avances significativos tanto en el lado mexicano como en el estadounidense. En México, el Presupuesto de Egresos de la Federación destinó más de 16,500 millones de pesos al fortalecimiento del transporte urbano, con proyectos clave en Guadalajara, Monterrey y Ciudad de México. Este monto representó un incremento del 14.7% respecto al año anterior, según datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). En Guadalajara, por ejemplo, la Línea 4 del Tren Eléctrico Urbano, con más de 21 kilómetros y una inversión superior a los 9 mil millones de pesos, avanzó un 87% en su construcción y se prevé que inicie operaciones en el segundo semestre de 2025. Asimismo, Monterrey amplió la cobertura de su sistema Metrorrey en un 10%, incorporando nuevas estaciones y unidades híbridas.

 

En Estados Unidos, el Departamento de Transporte (USDOT) asignó más de $20 mil millones de dólares en fondos federales para sistemas de tránsito urbano como parte del programa Reconnecting Communities, con énfasis en la equidad y la reconversión de zonas marginadas. Ciudades como Phoenix, Houston y Los Ángeles priorizaron el desarrollo de autobuses eléctricos y trenes ligeros. De acuerdo con la American Public Transportation Association (APTA), en 2024 se observó un crecimiento del 9.8% en el uso del transporte público en áreas metropolitanas, reflejo de políticas tarifarias subsidiadas y mejoras tecnológicas en los sistemas de pago, geolocalización y mantenimiento predictivo.

El transporte público como catalizador del desarrollo binacional Revista interAlcaldes

En el plano tecnológico, la integración de inteligencia artificial y big data en la operación del transporte colectivo ha generado eficiencias importantes. Plataformas de gestión intermodal y algoritmos predictivos han permitido optimizar rutas, reducir tiempos de espera y monitorear el flujo de pasajeros en tiempo real. En Monterrey y Ciudad de México ya operan sistemas de semaforización inteligente que mejoran el flujo de unidades y reducen la emisión de CO₂. En Chicago y San Diego, las autoridades han incorporado sensores y datos urbanos para vincular el transporte público con objetivos climáticos, incluyendo el uso de autobuses 100% eléctricos que reducen hasta un 70% las emisiones en trayectos urbanos.

 

No obstante, los avances logrados en 2024 exponen también los principales retos hacia 2025. En primer lugar, el financiamiento sigue siendo una barrera estructural. Aunque las cifras de inversión han aumentado, las brechas entre la oferta de transporte público y la demanda real persisten, especialmente en zonas periurbanas y comunidades de bajos ingresos. Además, la integración regional del transporte público entre ciudades conurbadas —como Tijuana-San Diego, El Paso-Ciudad Juárez o McAllen-Reynosa— continúa siendo un desafío en materia de gobernanza, homologación de normas y coordinación presupuestal.

 

Otro reto ineludible es la participación ciudadana. La falta de mecanismos eficaces de consulta pública en el diseño y expansión de redes de transporte limita su adopción y sostenibilidad. En muchas ciudades, las personas siguen optando por vehículos particulares debido a la percepción de inseguridad, falta de cobertura o baja frecuencia en el servicio colectivo. En este contexto, la confianza del usuario debe ser reconstruida mediante inversión en calidad, accesibilidad universal y digitalización.

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Por último, es necesario alinear el transporte público con la agenda de descarbonización global. Si bien se ha avanzado en la electrificación de flotas, la meta de tener sistemas urbanos de movilidad carbono-neutros para 2030 aún luce lejana sin marcos regulatorios más robustos, incentivos fiscales a operadores privados y una política energética coherente entre niveles de gobierno.

 

En conclusión, el transporte público es mucho más que un servicio urbano: es un pilar para la equidad social, el desarrollo económico regional y la sustentabilidad ambiental. México y Estados Unidos, como vecinos estrechamente vinculados por corredores metropolitanos, deben concebir la movilidad urbana como una herramienta de integración y resiliencia. El desafío para 2025 será acelerar una transición hacia sistemas de transporte público que sean no solo más rápidos y seguros, sino más humanos, inteligentes y sostenibles.

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Escrito por: Editorial

 

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