Capacitación o caos. La frontera México–EE.UU. se juega la seguridad en las aulas
- Editorial
- 12 ago
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La seguridad fronteriza ya no se define sólo por muros o equipos; se decide en salones de clase, simuladores y laboratorios forenses. 2025 arrancó con una presión inédita por fentanilo y precursores, flujos migratorios cambiantes y redes criminales más tecnificadas. En este contexto, la profesionalización de funcionarios fronterizos agentes de aduanas, guardias nacionales, policías estatales y locales es el verdadero parteaguas entre una frontera resiliente y un corredor de riesgo.
En Estados Unidos, 2024 dejó una señal clara: la demanda de formación se disparó y la capacidad se tensó. El Federal Law Enforcement Training Centers (FLETC) reportó que las solicitudes de entrenamiento de policías estatales, locales y tribales crecieron 32% en el año fiscal 2024 (24,923), pero sólo pudo cubrir 45% (11,246), frente a 54% en 2023. En términos absolutos sí atendió a más personas que el año previo, pero la brecha entre necesidad y oferta se ensanchó. La mayor desatención se concentró en programas cruciales para la frontera táctica médica, tirador activo e investigación avanzada lo que evidencia cuellos de botella justamente donde se juegan minutos críticos. En paralelo, la calidad percibida de la instrucción se mantuvo alta: en 2023, el 98% de las organizaciones socias declaró satisfacción con la formación y el 100% con los cursos contradrogas, un estándar que 2024 buscó sostener con ajustes de infraestructura y currícula.
México también movió fichas en 2024. La Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) venía de capacitar a 8,082 personas en 2022 y 8,996 en 2023 un aumento interanual de 11% y durante 2024 incorporó módulos especializados (CITES, igualdad de género, derechos humanos) y talleres técnicos en la primera mitad del año, profesionalizando áreas sensibles como manejo de especies protegidas y atención con perspectiva de género en puntos de revisión. Más allá de aduanas, la profesionalización policial avanzó de forma sistémica: para marzo de 2024 México reportó 390,694 Certificados Únicos Policiales, equivalentes a 75.7% del universo de 515,862 elementos (59% a nivel federal, 88.4% estatal y 78.9% municipal), además de 16,301 programas de formación continua desde 2019 con énfasis en primer respondiente, ciencia forense y derechos humanos. El refuerzo presupuestal 25.7% más recursos del FASP apuntaló esta estandarización.
El frente tecnológico exige una curva de aprendizaje aún más pronunciada. En 2024, la Oficina de Operaciones de Campo de CBP pilotó canes entrenados para detectar precursores de fentanilo, xylazina y ketamina, mientras que su unidad canina ya operaba con 536 perros y aportes decisivos a incautaciones de opioides sintéticos. Esto confirma que la convergencia entre capacidades biológicas (canes) y analítica técnica (laboratorios, trazabilidad) es hoy un componente de entrenamiento, no un accesorio. A la vez, la propia auditoría del DHS en 2025 subrayó que los puertos de entrada corren el riesgo de pasar contrabando si no se mejora la guía operativa y el uso de sistemas de inspección no intrusiva; traducido: más horas de entrenamiento, protocolos más finos y métricas de desempeño sobre el uso real del escaneo.

También hubo avances institucionales en 2024–2025 que pegan directo en la cultura profesional. CBP inició capacitación específica para blindar la independencia investigativa de sus agentes (Objectivity and Independence), y actualizó la gobernanza sobre formación externa para asegurar pertinencia y trazabilidad del aprendizaje. En 2025 añadió directrices para masificar el e-learning obligatorio, útil para cerrar brechas en regiones remotas de la frontera. Del lado académico, instituciones como la UTEP y la Universidad de Arizona fortalecieron ecosistemas de investigación-formación en comportamiento, riesgo y seguridad en la franja fronteriza un puente clave entre evidencia y aula aplicada.
¿Qué nos dicen estos números de 2024? Que hubo progreso en volumen y especialización, pero con asimetrías. En EE.UU. la oferta creció en términos absolutos, aunque cayó la tasa de atención (54% a 45%), revelando un déficit de instructores, sedes y logística para temas críticos. En México, la estandarización mediante el CUP y la expansión temática llegaron a escala (tres de cada cuatro elementos certificados), pero persiste el debate sobre el mando y la naturaleza civil de la Guardia Nacional y la necesidad de sostener en el tiempo esa profesionalización con controles y métricas comparables a nivel estatal y municipal.
El 2025 abre tres retos para destrabar el potencial. Primero, capacidad y pertinencia: FLETC y academias mexicanas deberán sincronizar cupos, calendarios y currícula con las amenazas de mayor retorno (fentanilo, trata y armas), cerrando la brecha de atención de 55% en EE.UU. y midiendo impacto operativo no sólo horas aula. Segundo, interoperabilidad y tecnología: entrenamiento cruzado para equipos caninos, analistas forenses y operadores de inspección no intrusiva, con protocolos compartidos y auditorías de uso efectivo, tal como urgió la OIG. Tercero, derechos humanos y legitimidad: consolidar contenidos sobre uso de la fuerza, sesgos y atención a víctimas en ambos países, y asegurar que la profesionalización respaldada por el CUP y por la nueva Estrategia Nacional de Seguridad Pública 2024–2030 se traduzca en confianza ciudadana y cooperación binacional fluida en los puertos de entrada.
Si la frontera quiere ser segura sin frenar comercio ni movilidad lícita, el gran multiplicador no será otro hardware, sino más y mejor entrenamiento con métricas compartidas. En 2025, lo estratégico no es enseñar “más de lo mismo”, sino enseñar lo correcto, a los perfiles correctos, en el momento correcto y demostrarlo con resultados.
Escrito por: Editorial
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