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Remesas, la inyección millonaria que rescata a México

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    Editorial
  • 4 jun
  • 3 Min. de lectura
Remesas la inyección millonaria que rescata a México Revista interAlcaldes

Durante 2024, las remesas enviadas por la diáspora mexicana en Estados Unidos alcanzaron una cifra récord de 65,200 millones de dólares, representando un crecimiento del 7.8% con respecto al año anterior, según datos del Banco de México. Esta cantidad supera ampliamente la inversión extranjera directa y casi triplica los ingresos por turismo, consolidándose como una fuente vital para la estabilidad económica de millones de hogares en México. Estados como Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Oaxaca recibieron más del 30% del total, lo que impactó directamente en el consumo, el pago de deudas, la educación y, en algunos casos, en proyectos productivos familiares.

 

Este flujo financiero también ha sostenido la economía de regiones rurales afectadas por la violencia o el abandono institucional, actuando como un mecanismo informal de redistribución de la riqueza. De acuerdo con el Wilson Center y el Colegio de la Frontera Norte, aproximadamente el 95% de las remesas provienen de trabajadores con empleos informales o de baja remuneración en sectores como agricultura, construcción, servicios domésticos y manufactura en EE.UU., lo que resalta tanto la precariedad como la fuerza resiliente de esta población.

 

Sin embargo, este fenómeno también visibiliza la falta de oportunidades en el territorio nacional. La dependencia estructural de las remesas refleja la ausencia de políticas públicas eficaces para generar empleo de calidad, especialmente en municipios con alto grado de migración. En 2024, más de 1,600 municipios mexicanos registraron remesas por encima del 10% de su PIB local, lo cual desnuda la desigualdad territorial y la débil capacidad del Estado para activar sus economías internas.

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Desde una perspectiva tecnológica, 2024 fue un año clave para la digitalización del envío de remesas. Fintechs binacionales como Remitly, Cualli y Bitso aceleraron la inclusión financiera de los migrantes y sus familias, permitiendo transferencias más rápidas, seguras y con menores comisiones. No obstante, el acceso desigual a servicios digitales en comunidades receptoras sigue siendo un obstáculo para aprovechar plenamente estos avances.

 

Para 2025, el reto será canalizar parte de estas remesas hacia mecanismos de inversión comunitaria que fortalezcan el tejido productivo local. Iniciativas como los clubes de migrantes, las coinversiones con gobiernos estatales y los fideicomisos comunitarios pueden convertirse en herramientas estratégicas si se articulan con políticas públicas eficaces, transparentes y con visión regional. También es crucial incorporar a las universidades y centros de innovación de ambos países para acompañar a las comunidades en el diseño de proyectos sostenibles y escalables.

 

El desafío mayor radica en que México no puede construir su futuro económico sobre la base de una diáspora forzada por la pobreza y la violencia. Mientras no se atiendan las causas estructurales de la migración, las remesas seguirán siendo un alivio momentáneo, pero no una solución definitiva. Aun así, la comunidad migrante ha demostrado ser no solo un soporte económico, sino un actor político y social que merece reconocimiento, representación y participación directa en las decisiones de desarrollo nacional.

 

Además, las remesas están empezando a tener un impacto más visible en áreas como la vivienda, la salud y la infraestructura comunitaria. Programas como el 3x1 para Migrantes, que cofinancian obras públicas en comunidades receptoras, han mostrado resultados positivos pero requieren una renovación institucional para mejorar su eficiencia y alcance. En muchos municipios, estos recursos han sido clave para construir clínicas, caminos rurales, centros educativos o proyectos de captación de agua.

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También debe reconocerse el papel de las mujeres en el proceso migratorio y en la administración de las remesas. Estudios del ITESO y la Universidad de California han documentado que en más del 60% de los hogares receptores, son las mujeres quienes gestionan los recursos, destinándolos no solo al consumo sino al ahorro, la inversión y el emprendimiento. Empoderarlas con herramientas de educación financiera y acceso a crédito puede ser un catalizador de desarrollo local.

 

En este sentido, 2025 puede y debe ser el año en que México pase de una política de contención migratoria a una política de integración transnacional. Esto implicaría reconocer a la diáspora como parte activa del tejido nacional y no solo como remitente de divisas. Crear canales institucionales para la participación de migrantes en decisiones locales, facilitar su derecho al voto desde el extranjero y fomentar su vínculo con el desarrollo regional son pasos clave para transformar el potencial económico de las remesas en un motor sostenido de bienestar.

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Escrito por: Editorial

 

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