Nearshoring. La revolución silenciosa que está redibujando la economía México–Estados Unidos
- Editorial

- 7 ago
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En medio de las tensiones geopolíticas globales y la disrupción de cadenas de suministro provocada por la pandemia de COVID-19, el fenómeno del nearshoring ha emergido como una de las transformaciones más significativas en la economía binacional entre México y Estados Unidos. A lo largo de 2024, esta estrategia de relocalización productiva no solo consolidó a México como un socio estratégico clave para Norteamérica, sino que también reconfiguró la relación comercial, política y tecnológica entre ambas naciones. Lejos de ser una moda pasajera, el nearshoring se ha convertido en una política estructural con implicaciones profundas para el desarrollo regional, la competitividad industrial y la seguridad económica del bloque norteamericano.
De acuerdo con cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), México captó más de 40 mil millones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED) durante 2024, un crecimiento del 17% respecto a 2023. De esa cantidad, cerca del 50% provino de empresas estadounidenses interesadas en trasladar sus operaciones desde Asia hacia América del Norte. Estados como Nuevo León, Jalisco, Coahuila, Chihuahua y Baja California concentraron más del 70% de esta inversión, principalmente en sectores como autopartes, semiconductores, manufactura avanzada y logística. En paralelo, ciudades estadounidenses como Laredo, McAllen, San Diego, Tucson y El Paso experimentaron un auge en la infraestructura logística y tecnológica, gracias a su cercanía con los nuevos corredores industriales del norte de México.
Las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos alcanzaron un récord histórico en 2024, superando los 460 mil millones de dólares, lo que representó más del 80% del total de las exportaciones del país. Este aumento, impulsado por el traslado de líneas de producción y por la complementariedad industrial en el marco del T-MEC, posicionó a México como el primer socio comercial de EE.UU. durante gran parte del año. A su vez, más del 60% de las empresas estadounidenses con operaciones en México reportaron una mejora en sus cadenas de suministro, reducción de tiempos logísticos y una mayor resiliencia frente a disrupciones internacionales.
El componente tecnológico también ha cobrado protagonismo. En 2024 se firmaron más de 25 acuerdos bilaterales entre universidades y centros de innovación de ambos países, con el objetivo de desarrollar talento especializado en robótica, inteligencia artificial, manufactura 4.0 y ciberseguridad. Instituciones como el Tec de Monterrey, la Universidad de Arizona, el ITESO y la Universidad de Texas en Austin encabezaron iniciativas binacionales para capacitar a más de 50 mil estudiantes y técnicos en habilidades digitales e industriales. Esta cooperación académica representa un eje estratégico para consolidar un ecosistema de innovación compartido que permita elevar el valor agregado de los productos fabricados en la región.

Sin embargo, el nearshoring no está exento de desafíos. A pesar del entusiasmo generalizado, en 2024 también se evidenciaron limitaciones estructurales que podrían frenar su expansión en 2025. Por un lado, México enfrenta cuellos de botella en materia de infraestructura, especialmente en ferrocarriles, redes eléctricas y suministro de agua en zonas industriales. Según el IMCO, más del 35% de los parques industriales del norte del país operan cerca de su límite de capacidad hídrica, lo que ha encendido alertas sobre sostenibilidad y atracción futura de inversión. Por otro lado, la inseguridad, la falta de certeza jurídica y los retrasos en la tramitología siguen siendo factores que restan competitividad a ciertas regiones.
Desde la perspectiva estadounidense, el reto principal radica en armonizar los beneficios económicos del nearshoring con las presiones políticas internas para mantener empleos locales. Aunque el nearshoring ha generado un aumento de empleos logísticos y tecnológicos en ciudades fronterizas, también ha sido utilizado como argumento en el debate electoral sobre migración, seguridad y comercio internacional, especialmente en el contexto de las elecciones presidenciales de 2024. La administración estadounidense deberá encontrar un balance entre la integración productiva con México y las expectativas de su electorado.

De cara a 2025, el nearshoring exige una visión compartida de largo plazo entre México y Estados Unidos. Será indispensable fortalecer los mecanismos binacionales de planificación regional, garantizar una inversión sostenida en infraestructura inteligente y ampliar las alianzas educativas y tecnológicas. Además, el aprovechamiento pleno del T-MEC, junto con políticas públicas coordinadas, puede convertir a América del Norte en la plataforma de producción más competitiva y resiliente del siglo XXI. Si ambos países logran superar los obstáculos actuales, el nearshoring no solo reactivará la economía regional, sino que consolidará una nueva era de interdependencia estratégica basada en la confianza, la innovación y el desarrollo sostenible.
Escrito por: Editorial
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