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Del aula al mercado. La alianza académica-empresarial que está redibujando la economía de México y Estados Unidos

  • Foto del escritor: Editorial
    Editorial
  • 23 jun
  • 3 Min. de lectura
Del Aula al Mercado Revista interAlcaldes

En la frontera del conocimiento y el desarrollo económico, la colaboración entre universidades y empresas ha dejado de ser un deseo aspiracional para convertirse en un imperativo estratégico. Tanto en México como en Estados Unidos, los ecosistemas de innovación se están redefiniendo a partir de alianzas que conectan laboratorios universitarios con líneas de producción, generando soluciones tecnológicas aplicadas y fomentando un nuevo paradigma de crecimiento económico.

 

Durante el 2024, esta sinergia ha mostrado avances notables. En México, el 41% de las universidades públicas firmaron convenios de colaboración con el sector privado, un incremento del 12% respecto al 2022, de acuerdo con datos de la ANUIES. En Estados Unidos, el National Science Board reportó que el 58% de las instituciones académicas intensificaron sus asociaciones con empresas, especialmente en sectores como inteligencia artificial, manufactura avanzada y energías renovables. Este fenómeno no sólo refleja una reorientación de prioridades institucionales, sino también un cambio estructural en la forma en que se produce conocimiento con valor económico.

 

La región fronteriza entre ambos países ha sido uno de los principales epicentros de este modelo. Casos como el de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) y su vinculación con empresas aeroespaciales en Chihuahua, o la Universidad Autónoma de Nuevo León trabajando con empresas de biotecnología en McAllen, muestran que el capital humano binacional puede convertirse en el catalizador de cadenas de valor más sofisticadas. En 2024, la inversión conjunta en proyectos de investigación aplicada entre universidades y empresas superó los 2,500 millones de dólares a lo largo del corredor Texas-Nuevo León-Coahuila, con un crecimiento del 18% respecto al año anterior.

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Uno de los sectores más dinámicos ha sido el de la manufactura inteligente. Universidades como el Tecnológico de Monterrey y el MIT han trabajado en modelos compartidos de transferencia tecnológica, generando patentes binacionales e incubadoras de base científica que ya están produciendo soluciones de automatización industrial para el nearshoring. De hecho, según datos del U.S. Department of Commerce, más del 34% de las nuevas patentes generadas en zonas económicas especiales de la frontera en 2024 provienen de proyectos universitario-empresariales.

 

Sin embargo, este panorama no está exento de desafíos. El principal obstáculo para México sigue siendo la falta de financiamiento público para la investigación. A pesar del crecimiento de la inversión privada, el gasto en I+D apenas representa el 0.3% del PIB nacional, muy por debajo del promedio de la OCDE. En contraste, Estados Unidos mantiene un nivel cercano al 3%, lo cual crea una brecha estructural que impide una competencia simétrica. Además, persisten retos regulatorios en ambos países que limitan la agilidad para registrar patentes conjuntas, escalar proyectos de innovación e impulsar spin-offs tecnológicos con impacto transfronterizo.

 

La descentralización también plantea una oportunidad pendiente. Mientras que la mayoría de las alianzas se concentran en polos como Ciudad de México, Monterrey, Boston y Silicon Valley, las zonas intermedias y rurales siguen sin beneficiarse de esta dinámica. Universidades estatales con gran potencial en zonas como Sonora, Zacatecas o el Valle de Río Grande requieren mayor integración a estas redes de colaboración para evitar una nueva concentración de riqueza basada en el conocimiento.

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De cara al 2025, el gran reto será consolidar un marco institucional binacional que facilite esta colaboración con visión de largo plazo. Se requiere una estrategia coordinada entre gobiernos locales, federales y centros de innovación para estandarizar procesos de vinculación, garantizar incentivos fiscales para empresas que inviertan en investigación conjunta, y promover plataformas digitales que interconecten actores académicos y productivos. En un entorno donde la inteligencia artificial, la transición energética y la resiliencia climática se convierten en motores económicos, no se puede permitir que el talento universitario permanezca encapsulado en aulas desconectadas del mundo real.

 

Si México y Estados Unidos desean mantener su liderazgo económico en el hemisferio, deben apostar por un modelo donde el conocimiento circule con la misma fluidez que el comercio. Solo así será posible pasar de la competitividad basada en costos a una economía de la inteligencia compartida.

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Escrito por: Editorial

 

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