De pueblo a polo regional. Chiquilistlán y la revolución silenciosa de la economía diversificada
- Editorial
- 21 jul
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En la geografía económica de México, los pequeños municipios suelen pasar desapercibidos. Sin embargo, en 2025, Chiquilistlán —un municipio enclavado en la Sierra de Amula, Jalisco— ha comenzado a proyectarse como un caso emergente de desarrollo económico regional, con un enfoque diversificado que entrelaza el dinamismo comercial, el fortalecimiento de sectores técnicos y un renovado interés por el turismo sostenible. Este nuevo perfil económico representa un modelo viable para otras localidades mexicanas que, lejos de las grandes urbes, buscan insertarse estratégicamente en los circuitos económicos nacionales y transfronterizos.
Según datos del INEGI de mayo de 2024, el municipio cuenta con 202 unidades económicas activas. De estas, el 50.99% corresponde al sector comercio, lo que refleja un ecosistema emprendedor que, aunque aún de pequeña escala, sostiene una economía local viva y con capacidad de adaptación. Además, el 29.23% del empleo formal en Chiquilistlán se concentra en la construcción, lo que indica una aceleración en la inversión en infraestructura, tanto pública como privada. El sector financiero y de seguros representa un 22.56% del empleo formal, una cifra notable para un municipio que tradicionalmente no ha sido un centro bancario o bursátil, y que revela una expansión de servicios económicos básicos a comunidades antes marginadas.
Uno de los desarrollos más representativos de esta nueva visión es el proyecto del fraccionamiento "Reserva del Rosario", sometido a consulta pública en 2024. Este plan no sólo contempla vivienda, sino también áreas recreativas y ecológicas que buscan atraer turismo local y regional, articulando la riqueza natural de la Sierra Occidental con servicios de valor agregado. En paralelo, medios como Letra Fría han destacado el creciente interés de inversionistas y ciudadanos por integrar a Chiquilistlán dentro de los corredores turísticos del sur de Jalisco, particularmente aquellos orientados al turismo de naturaleza y cultura.

Esta apuesta por la diversificación responde a una realidad estructural: la centralización del crecimiento económico en grandes ciudades como Guadalajara o Zapopan ya no es suficiente para sostener el bienestar regional. Chiquilistlán ha entendido que su ventaja comparativa radica en su flexibilidad, en su identidad cultural y en su geografía, que aunque montañosa, es también estratégica para el comercio interestatal. En este sentido, universidades como el ITESO y el Colegio de la Frontera Norte han subrayado en sus recientes estudios la importancia de descentralizar la inversión pública y privada hacia municipios con potencial endógeno como Chiquilistlán, donde la economía popular convive con proyectos de mediana escala impulsados por la comunidad.
No obstante, los retos para 2025 son significativos. En primer lugar, la conectividad física y digital sigue siendo una barrera. Sin una mejora sustancial en carreteras, telecomunicaciones e infraestructura logística, será difícil consolidar el papel de Chiquilistlán como nodo regional. En segundo término, el municipio requiere fortalecer su capacidad institucional. A medida que la actividad económica crece, también lo hacen las demandas ciudadanas por servicios más eficientes, transparencia gubernamental y políticas públicas de largo plazo. Finalmente, es crucial desarrollar una política fiscal atractiva para las micro y pequeñas empresas, que son la base de su estructura productiva. Si no se les garantiza acceso a crédito, capacitación tecnológica y canales de distribución ampliados, su potencial se verá limitado.

La experiencia de Chiquilistlán ofrece lecciones tanto para México como para Estados Unidos, especialmente en el contexto de la cooperación transfronteriza. En un entorno geopolítico cada vez más marcado por la necesidad de cadenas de suministro regionalizadas, los municipios con estructuras económicas resilientes y variadas, como Chiquilistlán, pueden desempeñar un papel clave. No se trata solo de atraer inversión extranjera, sino de construir ecosistemas económicos territoriales que dialoguen con la innovación, la sostenibilidad y la cohesión social.
En un momento en que la política industrial en Norteamérica exige mayor capilaridad territorial, Chiquilistlán emerge como un punto de inflexión: una comunidad que, sin abandonar su escala, se reinventa con visión regional y espíritu emprendedor.
Escrito por: Editorial
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