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Basura millonaria. Cómo el reciclaje define el poder urbano del siglo XXI entre México y Estados Unidos

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    Editorial
  • 6 ago
  • 3 Min. de lectura
Basura millonaria Revista interAlcaldes

En el corazón de las nuevas agendas urbanas de México y Estados Unidos, el reciclaje y la gestión de residuos han dejado de ser una cuestión ambiental periférica para convertirse en auténticas palancas económicas, tecnológicas y diplomáticas. Las ciudades ya no solo compiten por atraer inversión o talento, sino también por demostrar capacidad en sostenibilidad, economía circular e infraestructura de residuos inteligentes. En un contexto binacional cada vez más interconectado, donde más del 80 % de la población habita zonas urbanas, la basura ya no es desecho: es materia prima, es energía, es política.

 

Durante el año 2024, ambos países mostraron avances tangibles. En Estados Unidos, la tasa nacional de reciclaje alcanzó el 36.7 %, con estados como California, Oregon y Nueva York liderando con cifras superiores al 50 %, según datos de la Environmental Protection Agency (EPA). Este avance se debió, en gran medida, a la implementación de tecnologías de clasificación con inteligencia artificial y políticas de responsabilidad extendida del productor. Por su parte, México cerró 2024 con una tasa de reciclaje estimada en 12.4 %, un crecimiento moderado pero significativo frente al 9.6 % de 2021, según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Municipios como Monterrey, Querétaro y Guadalajara destacaron por implementar sistemas de separación domiciliaria, recolección inteligente y convenios público-privados para la recuperación de residuos valorizables.

 

La política también jugó un rol crucial. En EE.UU., la Circular Economy Infrastructure Act impulsada en 2024 por una coalición bipartidista otorgó financiamiento federal de hasta 2 mil millones de dólares para proyectos locales de reciclaje avanzado, especialmente en comunidades vulnerables. Mientras tanto, en México, la Ley General de Economía Circular se fortaleció con la creación de fondos municipales para infraestructura de reciclaje y la inclusión de metas obligatorias para empresas productoras de envases, embalajes y electrónicos.

 

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La innovación tecnológica fue otro eje fundamental. En 2024 se duplicaron los centros de reciclaje con sensores IoT y análisis de datos predictivos en ciudades como Phoenix, Tijuana y Austin, permitiendo reducir los costos operativos en un 18 % en promedio, según la Smart Waste Management Association. Además, se consolidaron proyectos binacionales como el Programa Frontera Verde, el cual conectó a 14 ciudades entre California y Baja California para homologar prácticas de recolección, clasificación y educación ambiental, generando 2,800 empleos verdes y reduciendo 42,000 toneladas métricas de CO₂ en un año.

 

Sin embargo, la brecha entre las regiones con infraestructura avanzada y las que aún operan bajo esquemas rudimentarios se ha ampliado. Según el último informe conjunto de la Universidad de California en San Diego y la Universidad Nacional Autónoma de México, el 34 % de los municipios mexicanos aún no cuentan con un sistema formal de separación de residuos, y el 60 % de los rellenos sanitarios del país se encuentran fuera de norma. En EE.UU., aunque los niveles de reciclaje mejoran, más del 25 % de los materiales reciclables aún terminan en vertederos por falta de educación del consumidor o incompatibilidad entre jurisdicciones.

 

De cara a 2025, los desafíos son tanto estructurales como culturales. Es urgente consolidar esquemas de financiamiento municipal que permitan a las ciudades pequeñas acceder a tecnología de gestión de residuos sin depender exclusivamente del sector privado. Asimismo, la armonización regulatoria binacional —especialmente en regiones fronterizas— podría generar economías de escala para el procesamiento conjunto de residuos, con beneficios fiscales y ambientales. Otro reto clave será la profesionalización del sector: en México, más de 1.5 millones de personas participan en el reciclaje informal. Integrar a estos trabajadores a esquemas formales con seguridad social y capacitación es no solo un imperativo ético, sino una oportunidad para aumentar la eficiencia del sistema.

 

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También se requiere un salto cultural: en ambos países persiste una percepción de que la basura "desaparece" al ser tirada. Superar esta mentalidad requiere campañas masivas de educación ambiental desde la infancia, regulaciones claras en etiquetado de reciclabilidad y alianzas con medios de comunicación, universidades y plataformas digitales.

 

Si el siglo XX se definió por la infraestructura de transporte y energía, el siglo XXI será definido, en buena parte, por la infraestructura del reciclaje. Las ciudades que inviertan, legislen e innoven en esta materia no solo serán más limpias: serán más competitivas, resilientes y atractivas para la inversión extranjera directa. México y Estados Unidos tienen ante sí la oportunidad de liderar la transición hacia ciudades donde los residuos no sean un problema, sino el motor de una nueva economía urbana.

 

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Escrito por: Editorial

 

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