Raíces mexicanas, futuro americano: Isaac Barrón y la resiliencia de North Las Vegas
- Editorial
- hace 2 días
- 7 Min. de lectura
Actualizado: hace 9 horas

En el árido corazón del suroeste de Estados Unidos, North Las Vegas ha sido durante décadas una ciudad satélite: opacada por el brillo de Las Vegas, relegada a un papel secundario en el desarrollo regional y económicamente dependiente del turismo. Sin embargo, en la última década, esta ciudad de casi 300 mil habitantes ha logrado redibujar su destino. A través de una estrategia centrada en la diversificación económica, la inclusión social y la inversión en infraestructura, North Las Vegas ha pasado de la crisis a la vanguardia.
Este cambio ha sido liderado por Isaac Barrón, un maestro de secundaria e hijo de migrantes mexicanos que en 2013 fue electo como el primer latino en el Concejo Municipal de la ciudad. Su trayectoria representa una combinación singular de arraigo comunitario, visión estratégica y convicción pública. En entrevista con interAlcaldes, Barrón comparte los pilares de esta transformación, así como los retos, aprendizajes y esperanzas que han marcado su gestión.
Durante su administración, ¿cuáles fueron las estrategias clave que permitieron a North Las Vegas pasar de una economía dependiente del turismo a un modelo más resiliente basado en la industria y la logística?
Asumí el cargo en 2013, justo cuando la ciudad atravesaba una de las peores crisis de su historia. North Las Vegas había sido una de las urbes de más rápido crecimiento en todo el país a principios del milenio, pero la Gran Recesión destruyó esa bonanza. El colapso inmobiliario redujo drásticamente nuestros ingresos fiscales, miles de viviendas quedaron vacías, los servicios públicos colapsaron y el personal fue recortado a menos de la mitad. No contábamos con protección de bancarrota como otras ciudades, así que estuvimos a punto de ser absorbidos por el Estado.
Fue en ese contexto que propusimos una nueva visión: aprovechar nuestras ventajas logísticas para atraer inversión industrial. North Las Vegas tiene ubicación estratégica, conexiones ferroviarias y una vasta reserva de tierra disponible. El reto fue reorientar nuestras políticas para generar condiciones favorables a la inversión, desde la simplificación de trámites hasta la promoción de incentivos económicos. Trazamos una ruta clara: alejarnos de la dependencia turística y construir una economía más resistente.
¿Qué papel jugó la disponibilidad de suelo urbano en la atracción de nuevas industrias y cómo se gestionó estratégicamente este recurso para impulsar el desarrollo económico?
La tierra fue uno de nuestros activos más valiosos. Pocas ciudades del suroeste cuentan con extensiones urbanas disponibles tan amplias, y menos aún con la conectividad que ofrece North Las Vegas. Identificamos tres zonas industriales clave: Apex, Miner’s Mesa y el Speedway Corporate Center, que en conjunto abarcan más de 5,000 acres.
Para convertir ese potencial en resultados, rediseñamos nuestra política de desarrollo. Creamos el primer programa estatal de revisión expedita de planos, promovimos la autocertificación y digitalizamos procesos. Nuestro lema se volvió una consigna de trabajo: “North Las Vegas se mueve a la velocidad de los negocios”. Este enfoque generó confianza en el sector privado y atrajo empresas que hoy forman parte del nuevo tejido económico de la ciudad.
En términos de inversión privada y generación de empleo, ¿podría compartir indicadores cuantitativos que reflejen el impacto de esta política de diversificación durante su mandato?
Más que cifras puntuales, lo relevante es el cambio estructural. Cuando iniciamos, la ciudad estaba en bancarrota técnica. Hoy tenemos equilibrio presupuestal, reservas financieras y una economía en expansión. Empresas como Amazon instalaron centros logísticos; otras firmas globales nos eligieron por nuestra rapidez administrativa, costos competitivos y ubicación estratégica.
Además, el empleo se ha diversificado. Ya no dependemos de los casinos ni del turismo. Ahora generamos empleos en tecnología, manufactura, transporte y energía. El ingreso promedio por hogar ha subido y la población creció un 15% en cinco años, lo cual habla de una ciudad que no solo retiene a sus habitantes, sino que también atrae nuevos talentos.
North Las Vegas ha registrado un aumento del 15% en su población durante los últimos cinco años. ¿Cómo se planificaron los servicios urbanos y sociales para responder a esta expansión demográfica?
La planificación de servicios en nuestra región se organiza a través de organismos intergubernamentales. Yo representé a North Las Vegas en instancias como la Comisión de Transporte Regional (RTC), el Distrito de Control de Inundaciones, la Autoridad del Agua y la Comisión de Planeación del Sur de Nevada. Estas plataformas nos permiten coordinar con otros municipios y asignar recursos de manera estratégica.
Pero más allá de la coordinación regional, era urgente atender las necesidades inmediatas de la comunidad. La pandemia, por ejemplo, puso en evidencia las brechas sociales. En respuesta, creamos dos programas clave: el North Las Vegas Business Connector y el Centro de Recursos Dolores Huerta. Ambos están diseñados para facilitar el acceso a servicios esenciales, capacitación, asistencia legal y fortalecimiento comunitario.

¿Qué iniciativas implementó su administración para garantizar la integración social y la equidad de oportunidades en una ciudad caracterizada por su diversidad étnica?
North Las Vegas es una de las ciudades más diversas del país. Muchos de nuestros pequeños comerciantes, especialmente en el Broadacres Marketplace, son inmigrantes latinos que no tenían acceso a información sobre licencias o cumplimiento regulatorio. Por eso fundamos la Academia de Pequeños Negocios, con sesiones en español y materiales adaptados culturalmente.
Con el tiempo, la academia evolucionó hasta convertirse en el Small Business Connector, una ventanilla única y gratuita, institucionalizada por el ayuntamiento. Su objetivo es empoderar a emprendedores —en particular mujeres y latinos— para que puedan formalizar sus actividades, acceder a crédito y crecer. Esta política no solo es buena para la economía; también fortalece el tejido social.
Considerando el aumento en el ingreso medio por hogar, ¿cómo evaluaría la relación entre el desarrollo económico y la mejora en el bienestar de los ciudadanos durante su gestión?
El crecimiento económico tiene sentido si se traduce en calidad de vida. Durante la pandemia recibimos fondos federales y, en lugar de destinarlos a gastos operativos efímeros, los invertimos en créditos para negocios locales. Fue ahí donde notamos que muchos residentes no sabían cómo acceder a estos apoyos.
Así nació la idea del Centro Dolores Huerta: un espacio cultural y comunitario donde las personas pueden capacitarse, encontrar empleo, recibir asesoría legal o participar en actividades culturales. Lo nombramos en honor a una de las activistas más importantes del movimiento latino. Su legado representa los valores que queremos promover: dignidad, justicia y comunidad.
El plan de inversión en infraestructura por 638 millones de dólares es uno de los más ambiciosos en la historia de la ciudad. ¿Qué criterios sociales y económicos guiaron la selección de estos proyectos?
Este plan parte de una lógica diferente a la del pasado. Ya no estamos “sobreviviendo”; estamos construyendo el futuro. Invertimos en parques, sobre todo en las zonas más antiguas y marginadas. Iniciamos el Proyecto Sparkle para rehabilitar espacios públicos y lanzamos un programa de arboricultura para plantar más de 30,000 árboles. Estas acciones ayudan a combatir las islas de calor y a generar cohesión social.
El criterio es claro: toda inversión pública debe mejorar la calidad de vida. No se trata solo de infraestructura física, sino de infraestructura humana. Queremos que cada calle rehabilitada, cada parque renovado, sea un espacio para el encuentro, el descanso y la esperanza.
¿Qué mecanismos de colaboración entre el gobierno local y el sector privado destacaría como clave para impulsar la adopción tecnológica en la infraestructura urbana?
Nuestra política fue abrir las puertas, ser rápidos, transparentes y confiables. Eso generó confianza. Empresas como Google Fiber y PCM RailOne AG no vienen por azar; vienen porque saben que aquí pueden operar sin burocracia innecesaria, con seguridad jurídica y con respaldo institucional.
También priorizamos la inversión en tecnología con impacto directo en la ciudadanía. Fuimos pioneros en sustituir los medidores de agua por dispositivos digitales inalámbricos. Los usuarios ahora pueden monitorear su consumo en tiempo real, detectar fugas y ahorrar. Es tecnología al servicio del ciudadano.
Desde su perspectiva como líder local, ¿cuál considera que es su legado más importante en términos de innovación tecnológica y su impacto en la calidad de vida de los habitantes?
Diría que es nuestra planta de tratamiento de agua. Es la más avanzada de Nevada y nos permite procesar el agua localmente, reducir tarifas y generar créditos hídricos. En una región desértica como la nuestra, cada gota cuenta. Este proyecto garantiza sostenibilidad y ahorro para generaciones futuras.
La tecnología no debe verse solo como innovación empresarial. También debe resolver problemas sociales. Nuestro enfoque ha sido que toda nueva inversión tecnológica tenga impacto tangible en la vida de la gente.

¿Cómo logró North Las Vegas posicionarse como un centro atractivo para empresas tecnológicas dentro del panorama competitivo del suroeste de Estados Unidos?
Creamos condiciones que muchas otras ciudades no ofrecían: tierra disponible, costos accesibles, trámites eficientes y servicios básicos garantizados. Aunque proyectos como Faraday Future no prosperaron, enviamos un mensaje: somos una ciudad con visión, con capacidad y con voluntad. Hoy, empresas de la lista Fortune 500 ya están aquí, y muchas más están por venir.
Desde su visión como líder binacional, ¿cuál es su opinión sobre el concepto del “Estado 33” y el papel de la diáspora mexicana en Estados Unidos?
El “Estado 33” es un concepto muy poderoso. Representa a millones de personas con raíces mexicanas que trabajan, pagan impuestos, educan a sus hijos y construyen comunidades en EE. UU. Yo soy hijo de un bracero que vino desde Chihuahua. No hay nada que agradecer: los mexicanos han sido columna vertebral de este país, y merecen ser parte activa de su destino político y económico.
¿Cuál es su valoración de las políticas migratorias actuales de Estados Unidos, y qué recomendaciones ofrecería para lograr un enfoque más humano y eficaz en la gestión migratoria?
La política migratoria ha sido injusta, desinformada y profundamente dañina. Criminalizar a familias como la mía no solo es inmoral, es también contraproducente. Este país ha crecido con el trabajo de los migrantes. Necesitamos una reforma seria, basada en datos, en dignidad y en derechos humanos. Los muros no resuelven los desafíos estructurales. Las soluciones deben ser humanas, inteligentes y sostenibles.
Después de concluir su gestión como alcalde, ¿cuál considera que es su mayor aprendizaje como servidor público y qué mensaje compartiría con los nuevos líderes municipales que buscan transformar sus ciudades desde sus cimientos?
Aprendí que el cambio real se construye desde abajo. No se trata de cargos ni de egos. Se trata de estar presente, de escuchar, de actuar con principios. Fui maestro en la misma preparatoria donde estudié, compré casa en el barrio donde crecí y sigo caminando por las calles donde vive mi gente.
A quienes quieren cambiar sus ciudades, les digo: definan sus prioridades y a quién deben lealtad. Si esa lealtad está con su comunidad, el camino se vuelve claro. El progreso no solo es posible, es inevitable cuando se trabaja con visión, compromiso y corazón.
Escrito por: Editorial
Comments