Jalisco y Texas, alianza filantrópica que redibuja el futuro social y ambiental de América del Norte
- Editorial
- 16 may
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En medio de un entorno global marcado por los retos climáticos, la migración y la desigualdad social, las fundaciones binacionales han emergido como actores clave en la frontera invisible entre la cooperación filantrópica y la diplomacia ciudadana. Particularmente, Jalisco y Texas —regiones hermanas por su historia migratoria, comercial y cultural— han intensificado en 2024 una colaboración sin precedentes en proyectos sociales y ambientales impulsados por fundaciones de origen mixto, integradas por empresarios, académicos, comunidades migrantes y exalumnos de universidades como la Universidad de Texas en Austin, el ITESO y la Universidad de Guadalajara.
Durante el año 2024, el número de proyectos conjuntos aumentó en un 35% respecto al 2023, según datos de la Border Philanthropy Partnership y el Consulado General de México en San Antonio. Este repunte se atribuye a tres factores fundamentales: la digitalización de redes de filantropía binacional, la creciente participación de jóvenes líderes latinos en Texas interesados en invertir en sus raíces jalisciences, y el respaldo de nuevas políticas estatales de coinversión social, especialmente en programas relacionados con agua, educación y sostenibilidad energética.
En términos de impacto, los programas con mayor crecimiento fueron los relacionados con la restauración ecológica en la región de Los Altos de Jalisco —con un aumento del 41% en fondos canalizados desde fundaciones texanas como la Meadows Foundation— y las iniciativas de capacitación tecnológica para mujeres en situación de vulnerabilidad en Houston y Guadalajara. De acuerdo con el Texas-Mexico Center de SMU, estos proyectos no solo contribuyen al desarrollo humano, sino que fortalecen los lazos económicos a largo plazo al fomentar cadenas de valor transregionales con enfoque social.

Uno de los casos más emblemáticos del último año fue el programa “Raíces Verdes”, una alianza entre la Fundación Fronteriza del Río Grande y la Fundación Expo Guadalajara, que logró reforestar más de 200 hectáreas en las cuencas compartidas del Río Santiago con tecnologías importadas de Texas adaptadas a climas semiáridos. Asimismo, el proyecto “Código Mujer” permitió que más de 600 jóvenes mexicanas y texanas de origen latino obtuvieran certificaciones en habilidades digitales, mejorando su inserción en mercados laborales de alto valor en ambos lados de la frontera.
Sin embargo, este crecimiento también ha enfrentado desafíos significativos. A pesar del aumento en financiamiento, solo el 28% de los proyectos iniciados en 2024 lograron mantener una operación continua más allá de seis meses, revelando una brecha crítica en mecanismos de seguimiento, profesionalización institucional y evaluación de impacto. La falta de homologación legal para fundaciones binacionales y las restricciones fiscales en la transferencia de recursos transfronterizos siguen siendo cuellos de botella que limitan su sostenibilidad. Además, la limitada articulación entre gobiernos locales, que muchas veces ignoran o subestiman estos esfuerzos de la sociedad civil transnacional, representa un freno estructural al aprovechamiento de su potencial transformador.

De cara al 2025, el reto principal será consolidar marcos normativos que faciliten y reconozcan la figura jurídica de las fundaciones binacionales como agentes formales de cooperación. Asimismo, será vital crear plataformas digitales compartidas entre Jalisco y Texas que permitan el monitoreo en tiempo real de resultados, evitando duplicidad de esfuerzos y facilitando la transparencia. Las universidades y think tanks, como el Colegio de la Frontera Norte y el LBJ School of Public Affairs, tienen un papel crucial como puentes de evaluación y diseño de políticas colaborativas.
Pero más allá de los retos logísticos y técnicos, el verdadero desafío será cultural y político: ¿están las élites públicas y privadas preparadas para asumir que el desarrollo local también puede venir desde la diáspora, desde la colaboración horizontal y no jerárquica entre comunidades binacionales? La experiencia jalisciense y texana en 2024 demuestra que no solo es posible, sino urgente, construir una diplomacia filantrópica que complemente la economía tradicional con una lógica de impacto social compartido.
La alianza entre fundaciones de Jalisco y Texas es, en esencia, un laboratorio de gobernanza transfronteriza desde abajo, donde los actores comunitarios están sentando las bases de una nueva visión de Norteamérica: más justa, sostenible y solidaria.
Escrito por: Editorial
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