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Donar o estancarnos. Jalisco & California pueden encender una revolución cívica en 2025

  • Foto del escritor: Editorial
    Editorial
  • 17 sept
  • 3 Min. de lectura
Donar o estancarnos Revista interAlcaldes

En 2024 la filantropía envió una señal potente: en Estados Unidos, las donaciones totales alcanzaron 592.5 mil millones de dólares, con crecimiento real de 3.3% frente a 2023; el salto se explicó por mercados bursátiles al alza y mayor confianza del consumidor. La composición cambió: creció la participación de individuos y empresas, mientras fundaciones se mantuvieron estables. Esta “recuperación” llega tras años de volatilidad y marca una oportunidad para profesionalizar estrategias y ampliar la base de donantes, no solo el monto agregado.

 

California es el epicentro operativo de ese músculo cívico: solo en ese estado operan más de 31,600 organizaciones sin fines de lucro que emplean a 1.7 millones de personas; su salud importa a la economía real y a la gobernanza local. El ecosistema californiano se profesionaliza con instrumentos como fondos asesorados por donantes (DAF) y fundaciones comunitarias (SVCF, San Francisco Foundation), que aceleran desembolsos y acercan el capital de filantropía a causas locales. La lección para Jalisco es clara: infraestructura institucional + incentivos fiscales + tecnología = mayor participación ciudadana.

 

Del lado mexicano, el termómetro 2024 mostró capacidad y límites. México cerró el año con 11,167 donatarias autorizadas; cerca de dos tercios se enfocan en actividades asistenciales. Además, Jalisco concentró alrededor de 2,574 millones de pesos en donativos deducibles, ubicándose entre los primeros tres estados receptores tras CDMX y Nuevo León. La arquitectura legal existe; falta masificar la confianza, la recurrencia y la trazabilidad de cada peso donado.

 

La diáspora jalisciense en California aporta otra palanca: 2024 fue récord de remesas hacia México con 64,745 millones de dólares, +2.3% anual. Aunque no son “donaciones” en sentido estricto, si apenas 1% de esos flujos se canalizara a fondos comunitarios con gobernanza binacional, se movilizarían más de 647 millones de dólares para educación técnica, movilidad segura o salud preventiva en municipios de origen y destino. Diseñar productos financieros filantrópicos para la diáspora —con deducibilidad en EE. UU. y operación transparente en México— es la ruta más rápida para crecer la base de donantes.

 

Jalisco & California pueden encender una revolución cívica en 2025 Revista interAlcaldes

La tecnología ya demostró su capacidad para “activar” audiencias. En el último GivingTuesday, estadounidenses donaron 3,600 millones de dólares, +16% anual, con 18.5 millones de personas participando. Las plataformas de microdonativos, redondeo en comercios, payroll giving y DAFs de bajo umbral están reduciendo fricciones. Replicar estas prácticas en Jalisco —con pasarelas de pago locales, comprobantes fiscales automáticos y tableros públicos de impacto— puede multiplicar la participación, especialmente de donantes jóvenes y de clase media.

 

En paralelo, 2025 trae vientos regulatorios que hay que leer con lupa. En EE. UU., el “universal charitable deduction” aprobado en 2025 entrará en vigor en 2026 y permitirá deducir donativos aun a quienes no detallan deducciones; sin embargo, llega acompañado de pisos y topes que pueden desalentar grandes aportaciones si no se comunica bien. Las organizaciones deben ajustar su narrativa fiscal y su calendario de campañas para maximizar el incentivo y defender la deducibilidad como política pública pro-comunidad.

 

¿Qué funcionó en 2024 y dónde están las palancas binacionales para 2025? Primero, profesionalizar la intermediación. Jalisco puede convertir a sus fundaciones comunitarias y al programa estatal de coinversión con OSC en “rampas” para donaciones recurrentes, con convocatorias temáticas (agua, salud mental, seguridad vial) y metas trimestrales publicadas en tableros abiertos. Segundo, empatar el calendario cívico entre ambos lados de la frontera: campañas espejo Jalisco-California que aprovechen temporadas de impuestos, payroll giving en empresas con plantas en México y operaciones en EE. UU., y matching corporativo anclado en parques industriales. Tercero, gobernanza de datos: indicadores mínimos de impacto (costo por beneficiario, tiempos de entrega, resultados verificables) y auditorías comparables con estándares californianos. Cuarto, innovación financiera: pilotos de DAFs y “funds of funds” comunitarios con reglas claras de desembolso y comités binacionales que integren academia, empresas y gobiernos locales.

 

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No hay que olvidar que la “cultura de la donación” también toca salud. En los Hospitales Civiles de Guadalajara, de 18,786 donaciones de sangre registradas en 2024 solo 4.3% fueron altruistas. La brecha sugiere que campañas de donación —de sangre, órganos o médula— deben integrarse a la agenda filantrópica con el mismo rigor de transparencia y tecnología: agendamiento digital, recordatorios geolocalizados y certificados de reconocimiento automatizados.

 

Mi lectura de cierre para 2025: el reto no es “pedir más”, sino diseñar mejores vehículos de participación. La concentración del giving en pocos grandes donantes y la menor disponibilidad de fondos públicos obligan a construir confianza granular y productos sencillos. Si Jalisco adopta estándares de trazabilidad en tiempo real y California comparte su know-how en gestión de fondos y DAFs, la región puede inaugurar un modelo de filantropía cívica con tres promesas verificables: más donantes pequeños y constantes, mayor velocidad de entrega y mejor evidencia de resultados. La meta no es un titular rimbombante, sino que cada persona —en San José o en Zapotlán— sienta que donar cambia algo concreto esta semana.

 

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Escrito por: Editorial

 

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